martes, 16 de junio de 2009

El Divino Código Genético. El ADN de Adán-Adón-Adonai-Adonis-Tammuz-Dumuzi-Atunis-Xochipilli-Teopiltzintli-Santo Niño de Atocha

adn ilm rbm: el Señor de los Grandes Dioses, en lengua ugarítica.
adn: maestro, patrón, en lengua ugarítica.

“El alfabeto ugarítico es un abyad cuneiforme que fue empleado alrededor de 1500 a.C. para representar gráficamente el idioma ugarítico, una extinta lengua cananita, descubierta en Ugarit, en la actual Siria, en 1928. Este sistema de escritura poseía 31 letras. Otras lenguas del área de Ugarit (particularmente la lengua hurrita) también utilizaban este alfabeto.

Las tablas de arcilla escritas en ugarítico constituyen las primeras evidencias de los órdenes alfabéticos levantino y meridional, que más tarde evolucionarían para dar los órdenes del hebreo, griego, y latino por un lado, y el del alfabeto amhárico en otra.

El sentido de la escritura en este sistema era de izquierda a derecha.”

Fuente: http://en.wikipedia.org/wiki/A-D-N

Si como aparenta ser ya en el idioma ugarítico, hablado más de 3000 años atrás, la palabra ADN significaba “modelo”, “arquetipo”, “plan divino”, “programa divino”, y estas tres letras combinadas y dispuestas de un modo preciso traducían una idea geométrica, vibración, frecuencia, longitud de onda, espectroscopía holográfica particular, como bien lo probaron Hertz, Faraday y Maxwell, estamos frente a un conocimiento que ciertamente proviene de la Noche de los Tiempos y ante el cual semánticos, filólogos, linguistas, biofísicos y antropólogos debieran unirse y llegar a un frente común de sabiduría y certitud. Yo también independientemente, cuando escribía mi muy ilustrado cuento iniciático y espacial, Kadonai: El Niño de Arriba (1986-2003), me llamó mucho la atención hallar las 3 letras trinitarias (ADN) en el nombre KADONAI, e igualmente las otras 3 letras trinitarias (ARN) en el nombre KARUNAI. Estos dos son una pareja, son compañeros, representan el núcleo del cuento alegórico; ellos simbolizan el nucleolo arquetípico y formador de la vida cósmica que vino al planeta Tierra desde el espacio exterior hace 37-26 millones de años, con Scouts gaseosos y etéreos y luego más densos provenientes de Orión, Canis Major y Ursa Major, aterrizando en el Macizo de Guayana y fundando la urbe interdimensional de Merutai al Zohar que ilustramos.

Kadonai y Karunai. El ADN/ARN amparados por el Sol del Pájaro Azul con pico de oro. Original de Marcelo Ávila. Supervisión del Autor. Caracas. 1996-1997.

Hace ya mucho tiempo que creo que no sólo los terrícolas sino casi todas las especies de vida en la mayoría de los cuerpos celestes descendemos de cometas, meteoritos, aerolitos, bólidos y miríadas de trozos estelares desperdigados por todo el cielo que vinieron solos o a bordo de naves voladoras y pegados como chicles a las vestimentas y utensilios de sus ocupantes sidéreos. En dos palabras, somos meteóricos o meteoroides, así como descendientes de parásitos, larvas, gérmenes, bacterias y microbios que lograron sobrevivir y adaptarse, y por tanto somos hijos e hijas del fuego, el aire y el éter central, el agua congelada, el plasma y el polvo cósmico que, debido a la fricción y la velocidad de la travesía supersónica, al chocar con la tierra y las aguas nos convertimos en vidrio, cristal, sólidos cortantes y granulados, fragmentos, arenilla, partículas y subpartículas atómicas sin fin. Y, cual rocas y piedras que viajan por el espacio interestelar y caen sobre soles, planetas, lunas, lúnulas, satélites artificiales y demás materias condensadas o en proceso de serlas y distintas capas atmosféricas, hemos portado todo tipo de semillas, fuentes, ondas y nidos de vida y amor que a la larga lograron producir y procesar sistemas de vida unicelular y pluricelular puesto que para que pudiéramos constituir focos de vida y fotones o cuantos de luz-psi vibrátil debimos almacenar agua pesada, dulce y salada en cantidades suficientes para que los espíritus de elementos como el silicio, amoníaco, helio, hierro, carbono, ozono, nitrógeno, oxígeno, antimonio, etc, pudieran sobrevivir y adaptarse a altas temperaturas, fricciones y tensiones inverosímiles y desconocidas, amén de aleaciones y mutaciones sorpresivas. Pienso que ya que el primigenio y/o divino código genético (88) tiene un origen interestelar, realmente intergaláctico, multidimensional, poseemos en nuestra sangre, neuronas, células, moléculas, ADN-ARN y aura buena parte de la esencia inmortal, inefable, fantástica y maravillosa del Ser Supremo de las Galaxias Unidas, Abrazadas, Interconectadas, Interactivas, Interdependientes e Interdimensionales. Si al menos un 5% de la población mundial -una élite- tiene una misión de vida y prende el supermotor de la superconciencia de su superalma, criada en las guarderías de una primorosa Divinidad, superará muchas pruebas, incluso la que enfrenta hoy la raza humana en este planeta en vísperas de una Gran Transmutación, y montarse sobre el lomo del pájaro azul de la Eternidad que, de permitirlo, la llevará a esferas altísimas que parecen increíbles, inimaginables, imposibles de alcanzar. Habrá que tener fe, mucha luz y conocimiento. Y aunque los pseudo-poderosos de la Tierra sean dementes y energúmenos no tenemos porqué seguir la corriente de su histórico plan macabro. ¡Rebélense! Crean en Dios que anida en Uds. y serán su propio Maestro o Maestra.


Caracas, 16 de junio del 2009, pocos días antes del solsticio de verano boreal y del solsticio de invierno austral. Ayer descubrí vía la internet al científico místico Nassim Haramein y vi de nuevo la página web del gran visionario que fue Nikola Tesla (1856-1943), el cual mereció de sobra haber ganado el Premio Nobel de Física. Cuando yo nací, menos de 6 meses después, sus partículas cósmicas cayeron en mi alma y la placenta de mi mamá. ¡Dios te bendiga, amado hermano de luz, la Tierra te debe su progreso actual y no lo sabe hasta qué punto!


¡Por un Adán o Adón iridiscente, fluorescente, fosforescente y radiante! ¡Por un ADN-ARN de 14 hebras de luz!