martes, 22 de octubre de 2013

Las pantuflas agujereadas y algo más sobre el origanum vulgare

No descartes tu innata vulgaridad aunque ennoblezcas tu humanidad.

Mis pantuflas agujereadas color rojo Burdeos
deben tener más de seis o siete años por lo menos
las grandes troneras que hicieron los dos dedos gordos
y las suelas desgastadas por el trajinar diario
dificultan cada vez más mi estabilidad y seguridad
anoche me tropecé y me fui al piso
llega la hora que debo reemplazarlas sino tendré que botarlas
ya no pueden sostener mi densa y vulgar humanidad.

Cuando se llega a esta edad tan avanzada en segundos
hay que prepararse para aguantar muchas horas más
pegado a diario a mi aparato electrónico y eléctrico
que me permite grabar las millones de horas pasadas
para que futuras generaciones de terrícolas
tengan una aproximación más
a lo que parecía ser la vida en los siglos veinte y veinte y uno
después de Cristo Salvador de minutos entre luces y sombras
cuando aún no se había concretado el pase a lo fantástico
y los humanos vivíamos sometidos a las posiciones postizas
de nuestros gobernantes y representantes aún prehistóricos
incapaces de ver mucho más allá de sus intereses mezquinos.

Cada día hay que añadir un grano más de sal marina
a esta muela que tanto duele a causa de su tronera
para que la cotidianidad de esta mortalidad tan incierta
no nos desbarate la inspiración y el infinito imaginario
que ayer sumé otra vez gracias a Ramsés 8 de Abisinia-Eritrea-Somalia-Yibuti
que dejó su arma homicida por una flor de loto
pues al fin comprendió que al Cielo le agrada más una mariposa
que un hombre descuartizado por la explosión de una bomba.

Quisiera saber con exactitud cuándo es que aquí en la Tierra
pasaremos a una dimensión superior y no tendremos que aguardar
a que los países se eximan de atropellarse unos a otros
los jefes y maestros de poca cepa salgan eximidos de sus exámenes
podamos crecer rápidamente como tallos de céleri y brócoli
sin que nos corten las patas y nos capen las bolas
porque a decir verdad entre estas cuatro paredes
parecemos unos ilusos unos pobres desalmados y comprachicos
que no saben de dónde vienen y adónde van
y cada cierto tiempo nos tienen que remolcar por inservibles.

Cada hueco que se deja como cuando se perfora el asfalto
cuando hay que raspar para pavimentar
y poder sostener alegrías y desgracias
sirve para que pensemos más en profundidad a cada momento
qué cosa significa existir y no dejarse partir
no decir sandeces y necedades sino hablar más bien de las buenas cosas
que Dios y su Diosa nos legaron en Sus testamentos
platicar sobre el sol y la luna y compartir
lo que cada quien aprendió un minuto atrás
o de aquí a una eternidad cuando decida partir
a ese mundo del astral donde cada quien trabaja en su asfalto privado
con un maestro y una maestra interdimensional
pues eso le pasó a mi mamá y a mi papá en su momento
y Eli y yo lo compartimos en familia en este salón muy privado
cada vez más polvoriento y desordenado
que compartimos y atesoramos como duendecillos
que no quieren saber mucho del atropello de esta superficialidad
que nos priva de la risa y el jolgorio de la pobre Humanidad
que debería zurcir sus huecos negros supermasivos con hilo de oro.

Recibe al sol con alegría cada día de tu vida
para que sepas discernir lo bueno de la Vía
que te asfaltaron y brindaron tu Kharma y tu Dharma.
¡Baila aunque llores por dentro!
Cada momento es un bálsamo
un hueco menos un pozo de conocimiento más.
Orégano. Cilantro. Arvejas y lentejas.
Pimienta y sal y hasta la guayaba el ananás y la sandía
que allá arriba no se te olvida
aunque aparentes ser común y corriente o muy vulgar.

Caracas, 22 de octubre de 2013