domingo, 28 de febrero de 2010

Nuestros pobres antepasados prehistóricos


Australopithecus anamensis tras el campo magnético del Sol: una búsqueda que lo mejore, vuelva más sabio y haga más feliz. Tríptico del Autor. Caracas. 2010. Crédito: http://prehistoria.info. Crédito: www.tambohuara.cl/images/chakras.jpg
Crédito: www.lsg.musin.de/Geschichte/geschichte/6-fruehgeschichte/homo-habilis.htm


Acerca del valor que le dimos a las piedras, los metales y los minerales -los huesos de la Tierra-, cuando eramos medio primates, salvajes y brutos, y que llamamos ahora: «dinero», «efectivo», «plata» «valores» y «bienes de fortuna».

Con amor y gratitud por la diosa Lakshmî dedico este trabajo a mis hermanos Alberto y Nico y los primitivos aborígenes negroides y achocolatados que vivieron en la tierra caliente afrikana millones de años ha y nos entregaron su sangre. ¡Dios bendiga su memoria y derramamiento!.¡Houzzai! ¡Houzzai! ¡Houzzai!


El interés y apetito por los bienes y las cosas materiales, por las piedras, simples, naturales y burdas, preciosas y semipeciosas o anodinas, pulidas y lavadas como lingas de Shiva; por las rocas, los metales, las grutas y los abismos, los huecos y subterráneos, los sepulcros y las cámaras mortuorias, y en fin por las monedas de transacción, intercambio o garantía, forjadas, labradas, decoradas y distinguidas, y lo que hoy denominamos dinero, efectivo, flujo de caja, tesoro, capital, valores, haberes y documentos, surgió gradualmente y tras muchísimos esfuerzos en la mente o el inconsciente colectivo, coloreando y matizando nuestra existencia después que nuestros lejanos antepasados primates descendieron de los árboles donde habían vivido tanto tiempo y pisaron tierra decididos a inspeccionar y recorrer el horizonte y los alrededores que parecían no acabar nunca. Cuando pisaron tierra y por una razón u otra resolvieron quedarse a ras del suelo, a ratos montados sobre una colina o una roca grande, fue que, a mi juicio, comenzó la cultura y la civlización que tomó añales en afianzarse y echar raíces. Es indudable que este trascendental primer paso debió tomar sangre, sudor y lágrimas, requirió de varios empujones y titubeos y se hizo por etapas cuando el tiempo y las necesidades del momento lo requirieron. Estos primates, cuadrúpedos al inicio y luego más o menos bípedos, peludos, sosos y hoscos, ora tímidos, ora agresivos, que completan buena parte de nuestro árbol genealógico, debieron humanizarse sorpresiva y paulatinamente, adquiriendo con rudeza conocimientos prácticos, habilidades, destrezas, reflejos y características a medida que pasaron los meses y los años. Su aspecto se modificó sensiblemente, se afinó, estilizó, suavizó, proporcionó, armonizó y embelleció por un sinfín de causas biológicas y genéticas como climáticas y cosmobiológicas, amén de las sentimentales y emocionales, entre las que estuvieron los cruces de razas e intercambios culturales con seres y especies de otros planetas que los llevó a una vida cada vez más sofisticada, compleja, diversa, dinámica, estimulante y sorprendente. El contacto vertical y horizontal con el mundo exterior, en especial con el horizonte, lo plano, angular y ondulado, cóncavo y convexo, circular, espiral, cónico y laberíntico, ignoto y peligroso, el monte, la montaña, el mar, el lago, el río, la caverna, los desfiladeros, precipicios, nubes, las auroras y ocasos, la noche estrellada, todo fue su maestro y maestra en el arte de la supervivencia, sofisticación, atención, concentración, percepción, discernimiento y perspicacia, y sin duda alguna terminaron de sensibilizarlo y espiritualizarlo acercándolos al mundo astral, lo misterioso, criptico, invisible y paranormal. Después de la ciencia de supervivencia vino el arte y la religión o la magia, cómo hacer para que el medio ambiente no fuera tan hostil e indiferente y encontrar un medio más transparente e íntimo de relacionarse con él, entenderlo mejor y dominarlo más a veces o al menos exorcisar y atenuar algunas de sus facetas más temibles, peligrosas, adversas, amenazadoras e incomprensibles: como cuando temblaba la tierra, los animales grandes los atacaban y los cielos los amenzaban con lluvias y tempestades eléctricas. Porque ¿cuánto debió costar (y sigue costando) entender una erupción volcánica, un maremoto, un deslave, una ventisca, un tifón, una sacudida telúrica, una inversión de los polos, una sequía prolongada, una nevada de días, una lluvia de meteoritos? Al ver nuestras películas de suspenso, horror y terror, nuestros documentales escalofriantes y apocalípticos, nuestro teatro del absurdo, pienso que los traumas e inconvenientes catastróficos por los cuales ciertamente pasamos y tuvimos en eras anteriores nos siguen llenando de pánico y estupor a pesar de todas las comodidades modernas y de todos los inventos maravillosos logrados por nuestros brujos científicos y estudiosos. Seguimos siendo muy niños y niñas en el fondo. Y no es para menos. Muchos sentimos que estamos al final de un ciclo, que la energía y materia oscuras del cielo nos rodean y eso nos abate y ensimisma y confunde. Yo por lo menos estoy muy preocupado por el futuro de la Humanidad desde que cumplí los 18 años. En 1961 participé en una manifestación en Times Square en contra de los experimentos nucleares norteamericanos y soviéticos y fui preso. Mi pobre papá me sacó de la cárcel y él no comprendía porqué había hecho eso: ¡defender mi derecho a coexistir en paz!


¿Qué fue lo que produjo que nuestros antepasados primates, antropoides, hominoideos, humanoides y finalmente homínidos gradualmente racionales y fabricantes se fijaran en el valor y la consagración de sus cosas? ¿En el valor de las semillas, los frutos y las especias producidas por la Naturaleza o por el humano en estrecha colaboración con la Naturaleza? ¿Por qué se interesaron en el intercambio, el trueque, el comercio, la autopreservación y comunicación en general? ¿Fue el hecho de fijarse en las piedras y las rocas, en los huesos de la Tierra, en los huesos de los animales, lo que les movió a verlos y reconocerlos como valiosos desde muchos puntos de vista o fue el brillo, destello y fulgor de ciertos elementos en la Naturaleza, particularmente durante la noche o en la oscuridad? Al descubrir el fuego y los metales, la infinidad de usos que les podían dar, las comodidades que podían adquirir con ellos, ¿por qué los convirtieron en bienes muy preciados que los volvían poderosos y a la vez estimados y realzados ante los demás porque los poseían a todas claras y cualquiera en sus pueblos y comunidades los podían ver y hasta admirar? ¿A qué se debe que el humano siga siendo en esencia el mismo de antes, el mismo forjador y cazador de valores y bienes de la Tierra, el mismo ser vanidoso, exhibicionista, arrogante, echón y avaro que no concibe la vida, la felicidad, la tranquilidad interior, la confianza, la autoestima, el regocijo, incluso una sana, valedera y entusiasta relación y comunicación con la Divinidad sin la compañía de las piedras y heces recicladas de la Tierra que atesora y acumula en lugares especiales y secretos, llámense éstos primeros oro, plata, cobre, níquel, diamantes, perlas, alhajas, humus, limo, estiércol, granos, nueces, objetos, talismanes, libros, etc? Hasta el papel, y antes el pergamino y la corteza de árbol, que han servido con amor y devoción al hombre y a la mujer de un modo incondicional han sido nuestros testigos y confidentes durante millones de años. Pienso pues que nada ha cambiado estrictamente hablando, en profundidad, desde la Protohistoria, y que sin pensarlo mucho el hombre y la mujer de hoy viven mecánicamente, repitiendo una y otra vez los mismos pensamientos, haciendo los mismos gestos, movimientos y mûdras, hasta consagrándolos, copiando las mismas costumbres de sus predecesores pero con esta salvedad: hoy la repetición no es consciente, no es sentida a nivel del plexo solar y del entrecejo, no es muy agradecida que digamos, no está ligada a un rito o ejercicio de vida integral, sinfónico, poético y místico, sino sólo por unos pocos y unas pocas en ciertos estratos, grupos y sociedades, y de manera discontinua, ya que basta ojear la Historia para ver cuántas bibliotecas, museos, templos y colecciones de arte, filosofía, ciencias herméticas y literatura valiosas han sido quemadas, saqueadas y destruidas cuando los humanos pierden los estribos y se dejan llevar por odios, resentimientos y revanchas. Las personas debieran vivir y modelar su vida en base a un guión coherente y plenario, una premisa civilizada y culta, y no dejarse llevar por instintos primarios, egoístas y belicosos, que terminan empeorando las cosas y no cambian nada en esencia. Esta última es una premisa antropoide donde los instintos y la falta de reflexión marcan las pautas y códigos.


Cuando nuestros valores sean estructurados racional, espiritual, material y metafísicamente, en base a un esquema empírico, coherente y lógico, a la vez que suprasensible, ontogenético, que nos ponga en contacto y sintonía vibratoria al unísono con los reinos mineral, vegetal, animal y elemental y los reinos humano, suprahumano, celestial, interestelar y universal ingresaremos a un mundo diáfano, armónico, interconectado y multidimensional, nuestra cosmovisión será de 360º, no despreciaremos ni seremos despreciados pues seremos a la vez hermanos y hermanas del Todo y tendremos una idea clara de la dirección y del objetivo por alcanzar. Este es el panorama que le espera al Nuevo Hombre y la Nueva Hembra; de lo contrario, su mundo antropocéntrico se derrumbará ipso facto. Vienen Nuevos Tiempos, Panoramas y Recursos. Para ser verdaderamente modernos y pasar al vagón de primera clase tendremos que evolucionar. Ya es tarde si se prefiere el mismo andén y trayecto que recorrieron nuestros predecesores que jamás tuvieron nuestras condiciones, herramientas y útiles. Debemos montarnos en el tren de alta velocidad o desaparecer – luego el Aseo Universal nos reciclará la materia descompuesta y el alma rota en miríadas de trozos. Eso sería fatal, una fisión de nuestro ser, nadar en irrealidad sin saber qué somos, qué podemos alcanzar, qué desafíos superar: como diría Renan, es el todo o la nada a la potencia X. Vienen Valores Reales, no unos ficticios que de nada se corrompen, deshacen y disuelven. Oído al tambor, una nueva música está retumbando, aunque en política seguimos casi como en la Edad de Piedra o la Era Feodal.


Lo que Carlos Marx no sabía era que cuando naciera y surgiera Nikola Tesla en el mismo siglo que él su filosofía, así como la de Engels, sería completamente irreal y estaría fuera de todo contexto para los tiempos que vienen. Por eso pienso que conceptos y símbolos como los que manejan los economistas, banqueros, financistas y comerciantes, o los teóricos del comunismo materialista pronto no tendrán ningún valor e importancia, no servirán para nada, sino para llenar anaqueles polvorientos. El dinero desaparecerá. Su utilidad forma parte de una premisa antropoide y otra humanoide a duras penas. Cuando se entienda que la Madre Naturaleza no es parca sino pletórica veremos bien y sabremos que el cuerno de la abundancia no es (o era) una fantasía, un mito, una ilusión, un elemento infantil, sino algo muy real, válido y cierto: la naturaleza de las cosas es sencilla, clara, transparente y veloz, todo a cada instante se transforma, los átomos tienen vida propia, inteligente y sensible, la presencia divina es constante, sonante y contante, y por ello es imposible poseer, adueñarse, taxar, darle un valor equis a lo que es incalculable, infinito, nunca morirá o dejará de ser, siempre estuvo, está y estará, y sobre todo, ha sido creado y generado por el Universo para que todos y todas lo disfrutemos, usemos y amemos sin límites, fronteras, géneros y prejuicios. Cuando eso sea habrá democracia en profundidad o socialismo místico, como lo denomino hoy poéticamente. Cuando nuestra sociedad sea sutilmente dirigida y motivada por reyes filósofos, no habrá más miseria, pobreza, atraso y peleas por regiones, territorios y espacios naturales. Ese tiempo vendrá, lo sé. Es cuestión de unas cuantas décadas más hasta que los pueblos despierten y elijan con sensatez. Mientras tanto tenemos los maravillosos agrogramas que han estado apareciendo como hongos alucinógenos en varias partes de Europa. Estos mândalas o yântras nos están indicando y exponiendo misterios, maravillas y soluciones al alcance de nuestras manos y corazones. Comulgo un 100% con estos dibujos siderales en campos y cultivos y por ser tan iniciáticos, didácticos y oportunos, recomiendo que los estudien, examinen, admiren y copien grandes y chicos. Tanta gracia y genialidad no debiera pasar desapercibida por gobiernos e instituciones. Otro ejemplo más de cuánto amor nos desea y tiene la Divinidad. Menos almidón, menos pesadez, pero si se puede digerir, asimilar, licuar y metabolizar el almidón, mejor. Habrá más desarrollo cerebral, resistencia a la fatiga y oxígeno para las neuronas y el sistema nervioso. Así son las cosas bajo nuestro sol y mientras más puro el aire más alto y lejos iremos. Efectivamente cuando nuestros lejanos antepasados pisaron tierra y comieron de lo que la tierra producía las plantas y los árboles de vida, hasta los animales (e incluso cuando tenían que ser antropófagos), los conservaron y ampararon ya que los minerales-huesos de la Gran Madre los fortificaron y animaron. El pan que por fin cocieron los curó, llenó, calmó y espiritualizó. ¡Diantre, estos son los valores que los humanos no han sabido administrar con altruismo, amor y sabiduría, y por los que hoy Venezuela y Colombia se pelean! ¡Peleas por locuras, disparates, ideas criminales, posturas fanáticas y destempladas! ¡Jamás entenderé cómo tantos líderes, gobernantes y políticos ignorantes y profanos joden y embrollan todo! ¡Se cansa uno, como dice Omar Lares!


Quiero que el sol me ilumine. Australopithecus Anamensis en pos de una búsqueda que lo mejore, vuelva más sabio, haga más feliz, productor, autosuficiente y eventualmente próspero, poderoso y libre de dolor, sufrimiento y congoja. Tríptico del Autor. Caracas. 2010.