sábado, 19 de mayo de 2012

A Fazenda Samambaia. El pino y la cueva del anacoreta Chirimoya Land-Rover


El Om-Aum de nuestro Sol. Composición del Autor. Caracas. 2009.


Este será un poema cósmico

como cósmico es todo lo que encontré y recogí en Samambaia entre moras y frambuesas salvajes

a partir de los 4-5 años aproximadamente

cuando anticipando el símbolo templario que conocería en mi juventud en la lejana ciudad luz de París

me fotografiaron en 1949 montado sobre nuestro burrito

con William mi hermanito

y me encontraba a gusto oyendo todas las mañanas a los gallos y las otras aves cantar y trinar

los burros rebuznar los perros ladrar las chicharras cantar

y vivía en la casita rústica color rosa con María Teresa

papá y mamá y la señorita de turno.


En la primera Samambaia de lámparas de kerosén

viví mis primeros momentos metafísicos y filosóficos

como ya he reportado más de una vez

cual Tarzán y Mandrake vivía en mi mundo de fantasía y de cristianismo primitivo

bastante alejado de lo que imaginaban mis padres

y esa base de experiencias las sigo capeando y cargando a cuestas

de un modo más ordenado y cerebral que paso por escrito e ilustro

cada vez que sea posible

pues sigo pensando que debemos rendir honores y ser leales

con nuestras raíces y orígenes terrestres y siderales

ya que por algo el Gran Ordenador Cósmico nos pone en un cuadro del tablero de ajedrez

y más todavía cuando somos infantes y poco podemos hacer para cambiar los símbolos móviles.


Hasta que no poseamos el ontológico conocimiento cósmico

no podemos alterar el orden de los eventos y el curso de los mismos que crecen como hongos

debemos sujetarnos y someternos a patrones muy poderosos que parecen colosales

creados por las costumbres de la época y el kharma atávico que obliga y pesa

el cual sólo conoce al dedillo la inefable Mano de Oro de Dios que impulsó al estelar Maradona

a meter un gol de maravilla en 1986 en la capital azteca a la que he visitado a menudo.


Esta es la danza que ruega de los sachems de los indios Pueblo alrededor de Mesa Verde.

Durante 7 años muy formadores y 12 años muy constructores

se cuece lo primordial y ancestral en el taller de mantequilla de Alā' -ad-Dīn

-el singular mago y alfarero caldeo venido a persa luego a árabe luego a hispano y al fin a criollo-

para que se moldee la arcilla joven y la escultura sea menos borrosa y barrosa

hasta adquirir el semblante del granito basalto mármol vidrio y madera noble de donde saldrá

el futuro hombrecito y la futura mujercita que deberán cruzar en solitario el gran océano.

Si regreso a mis orígenes y cabillas primitivas

es porque creo en el orden admirable de las estaciones y los ciclos

que componen nuestra existencia y los entretejen con millones de almas

que a su vez deben aprender a nadar contra la corriente o dejarse llevar por un buen viento

que los libere de miedos y angustias y los fortalezca como trombones

volviéndolos útiles y compasivos ante la desdicha y el desamor

que tanto separan y dañan a futuros hombrecitos y futuras mujercitas.


En el pino verde –posiblemente canadiense- quizás balsam quizás fraser u otra especie criolla

que me acobijó y concentró

aprendí a estar quieto y mosca

a sentir su presencia majestuosa que yo buscaba a menudo

para que me cubriera y le diera alas a mi espíritu indio

y dejara que su aroma y tupidas ramas me dejaran algo muy poderoso

que pudiera después conservar en mi cabeza y alma

mientras existiera en el mundo de los hombres y las mujeres

separados o abrazados a otros pinos principales.


No ha sido posible hasta la fecha erradicar de un solo plumazo o teclado

lo que recuerdo de esos primeros años en Los Guayabitos

a los que regreso una y otra vez cual nautilo que anota y comenta

los círculos gravitatorios de la espiral logarítmica que traza su concha archimilenaria

y como si fuera Sileno subo y bajo una y otra vez la cuesta de las experiencias místicas

que no debieran apesadumbrarme sino aligerar mi fardo y volverme más ágil y supermán.

En medio de estas meditaciones le deseo a la Humanidad un feliz retorno

un feliz encuentro

un feliz apretón de manos

un feliz abrazo solar

que los aglomere a todos y le dé a todas su beso mamado y su sexo lechoso

más allá de las discordias y los rifirafis que se puedan suscitar

juntándolos alrededor del pino que yo veneré en calidad de anacoreta silvestre y a la vez burgués

cuando era un indio que andaba semidesnudo y trepaba ágil cual jaguar

los árboles de la comarca de los Nibelungos como contó mamá en casa de Roger.


Cuando se envejece existe la tendencia de profundizarlo todo cada vez más y de sentirse triste

porque no se puede remediar el trastorno social

y traer tanta felicidad y júbilo como se quisiera y eso hace llorar.

Hay que soltar prenda y no queda otra que santiguarse y bendecir a la familia de las anonáceas

pues la savia y la resina no se secan aunque la corteza del pino se renueva cada cien mil años.

Y así espero algún día regresar a la India que tanto me conmocionó en positivo y me reveló

su alma grande. Se lo deseo a Venezuela tan joven y violenta y a la otra tan vieja y serena.

No sé si podré darles más sabiduría y tolerancia. Tendré que dejar una nota en el pino. ¿Se verá?


Bajo el pino me sentaba y escuchaba. En la cueva me sentaba y escuchaba.

Hago igual ahora cuando veo por todas partes

los pinos de muchas familias y las grutas de muchos habitantes

quizás buscando y queriendo escuchar lo que no pueden hallar y descubrir lo que tanto anhelan.

Rezo por todos los infelices del orbe. Rezo por los sueños que no logran realizar.

Pareciera que siguen dando vueltas y el remolino de causas y efectos se sucede invariablemente

y se les escapa el olor de los árboles y las hendiduras de las hembras que los trajeron al mundo.


Esta es la danza del hacedor de lluvia

vestido de plumas y adornado con los colores más tradicionales de su gran familia algonquina

girando en el sentido de las agujas del reloj con el cristal de Saskachetwan en la mano

salmodiando para que la tormenta dejara caer su agua mansa y hacer bien sin mirar a quien

igual a como se recogían las vibraciones telúricas y astrales de naranjas piñas y aguacates

desprendidos del regazo perlado de la Madre Tierra cuando era muy niño y nos orinábamos.


Que los soles verdes de los dos hemisferios os colmen de vida y os acerquen al mundo interactivo y natural

de donde emergieron millones de años atrás y adonde deben retornar una y otra vez

como aves migratorias en su crucero siguen curvas asintóticas círculos concéntricos avenidas rectas hipérbolas y caídas libres

a la caza de un magnético plancton olvidado de la Lemuria y la Atlántida

que los haga rejuvenecer mas de mil años

y puedan cumplir con el programa de la Evolución de las Especies

que débese respetar amén de adorar y amar

pues Tāra la Madre de Todas las Especies habita en nuestro ser de mil y una formas

expresándose a todo dar porque por eso es la Diosa Madre de los cultivos y desarrollos.


Tāra nos resguarda y nos fija a la tierra para que observemos el horizonte y el arroyo.

¡Ella nos da la Fuerza K! La misma que Takra heredó en la ville lumière de Lutetia.

Si no la aceptamos o tomamos en cuenta será nuestra perdición. ¡Sepamos reconocerla!

Todos los ermitaños tras la Luz se unen para desearles mejores vidas

y mejores días y noches.

Por mi parte dejaré una nota más al pie del pino y otra más en la cueva santera

de las Vírgenes de todas las Etnias

que espero volver a ver cual anacoreta

que vive a destiempo el loto y el papagayo

de sus preferencias

que acá aún no saben preferir.

Ser o no ser llama y estela es la guarandinga sin par que cada persona debe validar antes de dejar su lar y cual águila volar.

Also sprach Zarathustra. Así hablaba Zaratustra.

Ein Buch für Alle und Keinen.














Papá, William y yo en la primera Samambaia. Los Guayabitos. Febrero 1948.


Caracas, 18/19-5-2012