sábado, 9 de noviembre de 2013

Nada sucede por casualidad o simple azar sino por causalidad y karma


Ama más y serás más oído por los Espíritus Guardianes de la Luz

Muy pocos días después de escribir mi última entrada en el blog (31 de octubre de 2013) fui víctima del hampa común; pero gracias a Dios, a los hermanos y las hermanas interdimensionales, la vasta cadena de oración de mis familiares y amistades, las autoridades y captores pude salir con vida, casi totalmente sano, libre y muy contento en menos de doce horas y al otro lado de la Gran Caracas. A todas estas personas y espíritus guardianes mi más elemental gratitud y humildad porque en medio de todo creo sinceramente que dentro de cada quien llamea una chispa divina. Parece pues que la entrada anterior en este blog -la felicidad no se decreta ni se institucionaliza- pudo haber sido profética y anticipatoria y lo que había escrito lo pude y debí vivir forzosamente en carne propia, en lo espiritual y emocional como astrológico. Si salí vivo y con más poderío, también se lo debo a mis años de yoga, alquimia interna, autocontrol mental, la iniciación templaria y masónica que mis maestros y maestras me impartieron así como a la disciplina que me dieron los jesuitas. Así que le debo dar las gracias a mis amadas presencias astrales como materiales que nos dan su sagrada sabiduría y experiencia con amor y generosidad y de muchas maneras, muy necesarias en momentos de gran tensión y presión. Sin estos exponentes de conocimiento cósmico no es posible enfrentarse a las Fuerzas del Mal que tienen rodeada a Venezuela pero que no son también ni invencibles ni todopoderosas.

Estoy leyendo ahora en la prensa (BBC Mundo) sobre el reino budista de Bután o Bhután, un lugar sobre el que he escrito con anterioridad y que me ha interesado mucho desde la juventud vivida en París (1963-1965). Quisiera yo que algún día lleguen hasta Venezuela los rayos del Buddha, algunas emanaciones búdicas que puedan elevar y curar las llagas de nuestro país demasiado entregado a la violencia destructora, el desorden y el descontrol desde siglos atrás. Porque lo que estamos viviendo ahora no es nada nuevo, está incrustado en nuestra manera de ser y actuar a nivel histórico, no se generó, aunque sí se intensificó y generalizó con la llegada al poder del muy falso marxismo-leninismo-socialismo-comunismo-castro-chavismo, una terrible plaga que nos ha confundido e infectado y está ensombreciéndonos demasiado, aunque el virus letal nos había penetrado con anterioridad, porque fue en la época colonial que se sembró el mal colectivo que se ha ido apoderando de la población sin discriminación ni capitulación. Si una nación pierde la sindéresis y sus cúpulas no dan la talla las malas hierbas proliferan y los insectos destruyen las raíces, el tallo, el follaje, las flores y los frutos de su árbol social.

La felicidad no se puede ordenar desde arriba, los medios oficialistas, las ganas de un dictador o un gobernante siquiera. La felicidad es parte de la ética y la moral, no es algo que se genera artificialmente sino que debe por necesidad salir, emanar de las raíces, del fondo de la vida y de la naturaleza de las cosas. En otras palabras, la felicidad como cualquier otra cualidad o falla proviene de la conciencia y en este caso del inconsciente colectivo y nunca es la atribución o deseo de un individuo solo por más poder político, social, económico o mismo ideológico y espiritual que tenga. Por eso la felicidad no se decreta ni se institucionaliza porque eso es imposible, tiene que venir de abajo, deben haber suficientes personas que lo pidan, demuestren, encarnen, exijan con sus prédicas y ejemplos. Y a veces hasta se da la vida por un valor, una virtud. Más de un maestro o maestra debió pagar con su vida todo un adelanto de cultura y civismo.

Lo que más dolor y tristeza me dio cuando estuve batallando por mi vida y liberación fue ver el grado de decomposición de nuestra juventud y la sociedad en general. Hoy cualquiera es una víctima potencial, no se respeta nada ni nadie, la licencia no sabe de límites. Si los jóvenes están perdiendo la razón cada vez más es porque no tienen buenos ejemplos y guías que los puedan criar y los ayuden a desarrollarse armónica y amorosamente. La descomposición es total, desde las altas esferas del poder hasta los barrios más pobres, volátiles, sensibles y desesperados. El país está enfermo y sin religión, lo vengo sosteniendo desde la década de los '60, cuando comencé a profundizar mi visión social y espiritual de mi país y de la Humanidad; sólo que hoy las cosas han llegado a un punto tan alarmante y desquiciante que uno se pregunta, y con razón, si no será que hemos llegado al Final de los Tiempos. Según los textos sagrados en todos los campos, desde los religiosos a los científicos y estéticos, pareciera que la degeneración se ha generalizado tanto que a menos que la Humanidad se renueve no habrá futuro por delante. La Tierra deberá pasar inevitablemente -ya está sucediendo- por un baño de purificación muy grande y profundo para que pueda entonces aparecer un nuevo ser humano, uno en sintonía con los poderes benignos, cuerdos, sanos, solidarios, dichosos, cultos, etc, de la Vida. Habrá que hacer posible lo imposible, optimizar lo positivo, reacondicionar lo conocido. Mientras más mentes y espíritus se den a la tarea de salvar al país y al resto de los países más cerca vamos a estar de un Nuevo Amanecer de veras. Pero sin Dios en nuestras almas, sin la Diosa Púrpura en nuestra sangre, de nada valdrán miles de millones de dólares, euros o yuanes, porque la materia debe seguir los patrones del pensamiento y la conciencia creativa y lúcida. Aunque Venezuela esté repleta de armamentos y su Gobierno esté armado hasta los dientes el diablo Horror o Hidra de mil cabezas se infiltrará en su seno y su humanidad sufrirá y sentirá tanto dolor que a menos que recapacite la corriente se la llevará por delante. Aún hay tiempo. Es cuestión de tomar conciencia. ¿Será?

Si a los niños y las niñas, los adolescentes, los mayores, les enseñaran a respetar la Ley del Karma o Kharma y el mérito de la Ley del Dharma, o sea, a que cada acción o causa le sigue una reacción o efecto y que por tanto es preferible actuar con benevolencia y no con malicia, ira, odio y venganza, tendríamos una población más sana, feliz, productiva y avanzada. Se respetarían los primeros dos Mandamientos de la Ley de Moisés -que son parte del patrimonio universal desde la Protohistoria. América del Sur debe salir de su miseria y oscurantismo.

Caracas, 9 de noviembre de 2013