sábado, 14 de mayo de 2011

Arqueólogos estudiarán las inscripciones mayas

Una extraordinaria psicografía de Benjamín Solari Parravicini


"Arqueólogos estudiarán las inscripciones mayas. Ellas son de Venus, traídas de allá por venusinos" (1939).






















A finales de la década de los ’60 del siglo XX tuve la gracia y la buena fortuna de conocer al gran artista clarividente argentino Benjamín Solari Parravicini (1898-1974). Creo que fue la revista esotérica bonaerense, “Conocimiento de la Nueva Era”, la primera en publicar y difundir al gran público, entre 1966-1969, las primeras ediciones de sus admirables predicciones psicográficas hoy día famosas en todas partes por sus increíbles y espectaculares aciertos y revelaciones. Yo tan pronto las vi quedé sobrecogido y maravillado por la continua profusión, profundidad y variedad de las profecías. Su efecto en mí sigue siendo imborrable y no me canso de examinarlas. Hoy doy a conocer uno de estos dibujos extraordinarios. El mismo completa y subraya mi última entrada y explica porqué los conocimientos de los mayas nos dejan tan perplejos y asombrados y porqué lo que descubrió Patrick Geryl al decodificar el Códice Dresden tenía una base lógica y real como así los glifos y monumentos estudiados por Charroux, von Däniken, Kolosimo, Hancock, etc. Los sacerdotes mayas, tan religiosos, sabios y expertos como minuciosos y detallistas en matemáticas, astronomía, arquitectura, ingeniería, arte, parapsicología, y otras áreas civilizadas del conocimiento cósmico heredaron su saber de los progenitores celestiales venidos de Venus, las Pléyades, etc. Pero es una lástima que no encontraron suficiente paz y sosiego y no pudieron evitar que los mesoamericanos de los últimos milenios sucumbieran a crueles guerras fratricidas e imperialistas. Cuando los españoles llegaron al Yucatán, a Chichén-Itzá, y a Chichicastenango, en el Quiché de Guatemala, ya la cultura original se había degenerado y los españoles la remataron. No obstante, algunos mayas no lo habían olvidado todo y hoy día aún conservan alguna que otra memoria, algún ápice de los ancestros siderales que le puede servir de mucho a nuestro mundo demasiado profano, demasiado egoico.


Mientras estudiaba a fondo un erudito y grueso tomo sobre la civilización y cultura maya escrito por Sylvanus Morley, el eminente arqueólogo norteamericano, que me impresionó sobremanera, hacía mis primeros dibujos, collages, pasteles, carboncillos, gouaches, acuarelas, óleos, etc, y desde un primer momento mi obra pictórica fue muy influenciada por el arte precolombino y las distintas etapas mayas: preclásica, clásica, maya-tolteca, maya-quiché, maya-hispánica, y demás variantes y conexiones (encuentro rastros mayas hasta en América del Sur). Nunca pude dominar bien la pintura al óleo, como lo hicieron todos los pueblos indígenas. Me faltó escuela y guía técnica. Terminé rompiendo todas las telas que hice, tampoco fueron tantas. Asimismo, escribí la primera parte de Violeta Siete, que publiqué yo mismo, en una pequeña imprenta en una callecita entre la Place de l'Odéon y el Parc du Luxembourg. Aunque muy conservador y nada abierto a las ciencias alternativas (que desdeñan, ridiculizan y tildan de bazofia, patraña y locura los típicos científicos del oficialismo, sarcásticos como siempre, cuando no entienden algo que escapa a su ortodoxia) Sylvanus Morley fue mi primer guía e iniciador en la cultura maya la cual me sorprendió, pasmó, revolucionó y excitó tanto la mente y el espíritu que hizo que me interesara en todas las culturas prehispánicas y las nativoamericanas de Norteamérica entre los 19-26 años, hasta que se publicó El Orgasmo de Dios en 1969 y los números de la Revista Haoma (1967-1970). Los primeros 7 años de mi vida creativa fueron decididamente bastante mayas o amerindios en varios sentidos y esta base sigue manteniéndose hoy aunque mezclada con la cultura e idiosincracia oriental a raíz de mi viaje al Oriente (1976-1979). Así que todo lo que supe y aprendí en el libro de S. Morley me impactó y regó mis raíces y fundamentos. Este es mi modesto reconocimiento y gratitud hacia otro de mis maestros. Luego, poco a poco, mientras leía e iba a museos fui hallando otras voces que ensancharon mi estudio e imaginación y agudizaron mi intuición pero todo comenzó hacia 1963. ¡De que los pueblos originarios de América eran del carajo y conocían más del mundo que lo que suponemos estoy más que seguro! Termino con dos citas de la primera parte de Violeta Siete, mi primera obra, publicada en 1963.


Incipit. Virgino este minúsculo pentagrama bajo la sombra de los mayas piramidales. Estoy en buenas manos. Eh, sin lugar a dudas, el guayuco está prendido en el mástil de color anaranjado.”


“Los mayas y los hindúes son parientes.”