domingo, 11 de abril de 2010

Acerca de la puericultura, la resiliencia, el arte de la transmutación y el psicoanálisis que ayuda a conocernos más unos a otros

Humildemente dedico este trabajo al compositor inglés, Samuel Barber, en vista de su gran composición, Adagio for Strings o para Cuerdas, un bálsamo para mentes y almas sufridas, cansadas y necesitadas. Amén.


Como bien lo indica el largo título del presente ensayo y entrada en mi blog siempre he pensado que la primera etapa de nuestra existencia, hasta la crisis e iniciación o rito de pasaje de la pubertad, es si no la fundamental de todas las que transitamos al menos una clave y cardinal, aunque no debemos perder de vista que sumados a estos primeros años de la niñez hay que sumar a la presente existencia la enorme caravana de vidas anteriores y esto lamentablemente es algo que aún es un anatema, una herejía, para la mayoría de nuestros médicos, doctores, farmaceutas y laboratorios médicos sujetos a los cánones de pensamiento y conducta convencionales. Para ellos la reencarnación no existe ya que ni les llama la atención y tampoco la estudian en sus carreras universitarias y menos todavía la profundizan en sus doctorados porque su arrogancia, jactancia, prosopopeya y miopía mental se los impide o porque simplemente sus padres y los primeros tutores que tuvieron no despertaron su interés en la metafísica. Si nuestros médicos fueran también doctores del alma la cosa sería distinta, a nuestros niños y niñas se les entendería y consolaría más, se cometerían menos abusos, contraindicaciones y errores garrafales en el maternal como en la primaria y secundaria escolásticas. Además de la física habría campo para la patafísica. Sin embargo, esta limitada percepción de la vida ha ido cambiando en las últimas décadas y hoy los estudiantes tienen más opciones y alternativas que sus padres, abuelos y tatarabuelos. A partir de Freud, Jung, Adler, Reich, Fromm, Skinner, y otros pioneros del psicoanálisis, la psiquiatría y la psicología general se sabe cuán fundamentales son el subconsciente y el inconsciente así como el inconsciente colectivo que no es otro que el reservorio, almacén, tesoro, pozo séptico y mare nostrum planetario y cósmico del cual bebemos todos y todas. Ahora se sabe con mayor precisión que no venimos a este mundo sin una enorme carga genética y khármica sumamente anudada, reanudada, enrollada, fracturada, compleja y diversa, que resulta preciso limpiar, purificar, reciclar, desintoxicar, descongestionar, destrabar, exorcisar y liberar. Creer que venimos al mundo limpios de toda mácula, como si fuéramos un extracto de una primigenia tabula rasa cósmica, sin nada atrás y autosuficiente, una especie de isla cosmogenética desligada o separada por millones y millones de años de existencia a nivel del planeta y por incontables millones de años luz del resto del universo es nada más y nada menos que una aberración o una exageración que ahora ni los mismos jerarcas religiosos afirman sin parpadear o tartamudear. Vivimos en plena fase de renacimiento y recuperación mental y espiritual que apenas está en sus inicios y todo esto gracias a la intermediación de grandes pioneros investigadores.


Por eso, desde que comencé a despertar en firme, alrededor de los 15 años, aunque ya a los 10-11 años me había iniciado a solas bajo un pino y elaborado una semigruta druídica en Samambaia, en Los Guayabitos, he sentido que pertenezco más al bando de los niños que al bando de los adultos que a medida que pasan los años se vuelven progresivamente más estúpidos, necios, ancianos, mecánicos, bestiales, peligrosos y amenazadores. Y pienso que la etapa más difícil del crecimiento para un niño muy sensible y perceptivo es darse cuenta, a veces brutalmente, de cuán mentirosos, traicioneros, poco imaginativos y poco rápídos son sus mayores que terminan haciendo lo que no quieren hacer y no les gusta y hace sufrir, como asesinar y hacer la guerra. En vista de lo cual pienso que si no componemos o conformamos una sociedad de gentes felices y victoriosas, francas y comprometidas, es porque sencillamente no queremos ni lo deseamos y no nos importa si las cosas salen bien, y peor todavía, si conseguimos que nuestras ambiciones y deseos se cumplan haciendo trampas, obrando a escondidas, pues mejor todavía que hasta lo festejamos. El cine, la televisión y la radio están repletas de villanos y monstruos sádicos, cobardes y ruines que son aplaudidos frenéticamente mientras que los piadosos son considerados unos pendejos o guevones.


Pienso que al llegar la pubertad el niño y la niña reciben un primer choque o corte y si la llegada de la mentruación o de la masturbación no se encaran creativa y positivamente (y luego el llamado erótico) el joven adolescente no puede entender correctamente el funcionamiento de las Relaciones Públicas y de la Naturaleza, para qué sirve todo esto y Ella en particular, cuál es Su plan, cómo se originó, etc, y sobre todo cuál es el papel que cada persona debe jugar en la sociedad. Ahora bien, antes, a los 7 años, o poco antes, quizás sincronizando con la antesala a la pubertad, las primeras nociones religiosas comienzan a tomar más cuerpo y forma y el niño o niña va entendiendo y dándose cuenta que para llegar a unirse al resto de su familia, comunidad y entorno ambiental debe aprender y hacer algo más que sea nuevo, dar algo, crear algo suyo, propio y relevante, para que lo tomen en cuenta y se sienta apreciado, comprendido e incluido. Por lo tanto, dar y recibir amor, simpatía, cariño, sino caricias y gozo o éxtasis, es básico y es así, de un modo cada vez más claro y abierto, que el niño se va integrando al mundo que lo rodea y, si lo manifiesta resueltamente, aportando algo nuevo o distinto a sus ojos y a los de los demás y, si esto funciona, lo recordará toda su vida y le sacará partido. Así comienzan el interés y posiblemente pasión y estudio por los símbolos y signos, los significados, las significaciones y correspondencias esotéricas que nos marcarán el alma e intensificarán nuestras comunicaciones, relaciones y tratos con el más allá, las esferas multidimensionales e invisibles a la percepción ordinaria, común y corriente, porque no hay que olvidar que para todo niño y toda niña el mundo etérico, vaporoso, suprasensible y suprasensorial, así como el fantasioso, fantástico y mágico, es muy real, algo tan común y normal como el beber agua, leche o jugo de naranja de la mano de sus padres. Y es allí, en esas primeras interrelaciones e interacciones con los planos ocultos y maravillosos y después con el descarnado de la atracción sexual y el sexo propiamente que germinará en el muchacho y en la muchacha la semilla de la iniciativa, el ingenio, el empuje, la búsqueda y la creación que considero son supremamente valiosos y necesarios y que nuestra educación no alienta, estimula y propaga suficientemente, porque si se animara, excitara y apoyara el instinto y los sentidos de la intuición, imaginación e inspiración cada niño, cada niña, sería al madurar un impulsor de cultura y civilización o un revolucionario que rompe paradigmas. [Aquí debo hacer una aclaración: no todos y todas respondemos de la misma manera a los llamados de la Naturaleza. Cada cabeza es un mundo y en consecuencia es imposible establecer o elaborar un cuadro rígido de normas, escalas, ritmos, tiempos, series, secuencias, etc. Hay niños por ley del kharma y del dharma que son más precoces y geniales o más lerdos y gafos que otros, niños que a muy temprana edad, como Mozart, recuerdan lecciones y aprendizajes de vidas anteriores, o como Einstein, que aprendió a hablar tarde y era bastante malo en matemáticas en la escuela. Como digo, todo depende del kharma como del dharma y de los tránsitos celestes en vida, en especial de Urano, Neptuno, Plutón, Baco o Transplutón y los Nodos de la Luna. Pero lo cierto es que si a los niños y niñas les dieran más libertad y al mismo responsabilidades de varias índoles, dándoles a entender (de nuevo) que cada acción crea una reacción y todo en el cosmos es cosa de intersensibilidades e interrealaciones bajaría instantáneamente el instinto criminal en las personas y habría mucha más paz y amor porque el ego del egoísmo sería amansado. Así es.] Pero…


Al contrario, la tendencia de demasiados mayores es coartar la libertad, reducir el instinto, capar y esterilizar el sentido genial en las personas, hacer creer que el mundo es finito y escaso y está ritualística y periódicamente amenazado por una muerte, destrucción o calamidad inevitables y de gigantescas proporciones consideradas a menudo como sobrenaturales y divinas o cuasi divinas. Como en sus crónicas los adultos no han sido capaces de entender la ilimitada fortuna, generosidad, exhuberancia y variedad de la Madre Naturaleza quieren hacerle creer obligatoriamente a los muchachos y a las muchachas que todo (lo bueno, sobre todo, claro está) tiene un fin fatal, no es eterno e infinito, y no se puede vivir de lo lindo, a chorros, a tutiplén, a patadas, a todo pasto, etc, porque los dioses y las diosas o Dios así lo ha establecido desde la Noche de los Tiempos. La economía de la escasez, la antipatía y desconfianza por todo lo que huela a riqueza, exhuberancia y voluptuosidad sembrados en los pobres niños que caen por inocentes ante estos adultos tan severos y agrios como rencorosos y egoístas viene de muy lejos y no es sólo patrimonio de la cultura judeo-cristiana ya que todos los pueblos precolombinos estaban anclados en esta parálisis periódica o cíclica (porque no podían controlar la cosmología particular del sistema solar y del planeta Tierra). Considero que estos dramas épicos, estas tragedias de proporciones apocalípticas, son antiquísimas, están profundamente enraizadas en nuestra psiquis tan compleja como híbrida, y hasta que los dioses y las diosas de nuestros panteones individuales como colectivos no puedan librarse de la muerte, en todas sus formas, incluso del asesinato o crimen ritualístico y religioso, como el de Hiram Abif, el maestro arquitecto del rey Salomón, se estará sujeto a una pasión amenazadora, a la larga castrante y penosa que deprime irremediablemente y nos carga de infinitas culpas. Y, precisamente por eso, los héroes y heroínas deben regenerarse, resurgir, resucitar de entre los muertos, y, mejor aún, no morir, y ni siquiera teatralizar o simular una agonía, estertor o martirio. En dos palabras, hay que acabar con la Muerte definitivamente. Esa ha sido mi consigna desde los 19 años cuando comencé a escribir en serio mi Orgasmo de Dios en plena fuga de Harvard y reclusión en Prangins.


Nada ha variado en mí desde entonces. Creo que Hiram Abif resucitó y se tornó un pelícano, un fénix, un águila bicéfala de fuego de San Petersburgo que se perdió de vista y, simbólica, real y estelarmente hablando, dejó atrás las vestiduras negras y lúgubres, se arropó de blanco y con telas de millones de colores al ser ungido cual rey por el Sol de Soles, liberando a los hijos de la Viuda de su pesado luto multisecular para que dejaran de penar de una vez por todas pues ya no era necesario verter lágrimas de dolor. Éstos, los hijos, deben saber que su madre se volvió a casar. Ella, en una dimensión superior, se reencontró con su esposo y en una mejor y nueva ronda de vida ya es muy feliz y anda de paseo. He querido que esto lo sepan mis queridos hermanos. Ojalá lo comprendan y vean con sus propios ojos. ¡Hurrah! Esa es la razón para que yo haya publicado esto un día once de abril, entre las Columnas J:. y B:. y que el signo hermético sea un triángulo rodeado de un círculo con un punto en el medio de todo. El Punto de innumerables puntos en la noche estrellada, el del Ojo de Horus, Rê, Iaoue y Odín.


Por consiguiente, cuando estos pobres niños crecen es normal que devengan vengativos, envidiosos, puritanos o tacaños dependiendo de los maestros y las maestras que les tocó enfrentar en sus jardines de infancia y aulas. Así que, para resumir, la norma establecida mal que bien por nuestros lejanos antepasados durante la Edad de Piedra y sedimentada en su Memoria-K, durante eones anteriores a sus estados simiesco, antropoide, humanoide y homínido, es que no hay nada que hacer: cada cierto tiempo el mundo se acaba y otro nace y de catástrofe en catástrofe lo creado y acumulado queda irrevocablemente destruido y pareciera que esta enseñanza jamás podrá cambiarse o sustituirse. Nunca acepté como irremediable eso de las fatalidades cataclísmicas recurrentes. Pienso que ahora, a partir de ahora, sí se va a poder revertir o invertir esta cadena de tragedias porque va a circular en el planeta, así como en el sistema solar y en el Grupo Local de Galaxias, a la que pertenece la Vía Láctea, un nuevo artilugio, un mecanismo que permitirá que no se rompa la cadena evolutiva cada cierto tiempo. Habrá que pasar a una fase nueva y primorosa –un Gran Eón- que deje atrás la Dualidad, el ir y venir ininterrumpido, el incesante subibaja paroxísmico de todo, y se haga contacto con un artístico y ligerísimo estremecimiento, como el aleteo del colibrí, tucuso o tucusito cuando está libando el néctar de una flor. El pájaro aletea a una velocidad realmente fantástica y al mismo tiempo se está alimentando de la mejor parte de una flor hermosa y aromática. Debe ser algo que se le parezca que permita que los seres humanos y su ecosistema puedan disfrutar de nuevo del Paraíso Encantado. Y pienso que todos los niños, quizás unos más sensibles que otros, sueñan con el Paraíso y pareciera que lo echan de menos en su desbordante imaginación. A estos párvulos el arte y la poesía les llama poderosamente la atención, cualquier medio que los saque de lo puramente material, insignificante y monótono que acogota el mundo adulto.


No obstante, hay niños y niñas que parecen no rendirse y cuya capacidad de resiliencia no desmaya y se muestran tozudos, obstinados, anclados en sus ideas y pensamientos o sentimientos. Estos jovencitos son rebeldes, parecen entretenerse con cosas que a la mayoría de los adultos les dice muy poco o no les interesa para nada. Si ven un muchacho o una muchacha interesarse en algo un poco fuera de lo normal, hacer y sentir cosas quizás raras, lo reprueban o corrigen con severidad y amargura, y no tratan de encauzar, encarrilar, darle oxígeno a esa facultad motora, anímica, que está tratando de expresarse y que posiblemente por falta de motivación y estímulo no se puede ventilar sino con dolor, frustración y timidez o exasperación e iracundia. Generalmente, aunque no hay dogma en lo que voy a decir, el genio fue un niño o jovencito inadaptado, extraño, soñador, quizás más llorón y sensible que muchos a su lado, o tan travieso, peleón, huraño y recalcitrante, aunque en todos los casos muy inquieto y muy curioso, que cuando llega la pubertad y los primeros años de pequeño hombre y pequeña hembra se destapa violentamente y deja sorprendidos a conocidos como extraños. Después de la segunda ronda de 7 años, a los 14 años para ser exacto, se inicia un período tortuoso, serpentiforme, dracónico, tan tumultuoso como exasperante para los padres, donde el niño y la niña tratan de igualarse con sus mayores o de sentar las bases de una nueva relación con el mundo y todo aquello que desconocen de un modo tajante y directo, y es cuando arrancan las primeras controversias pues ya a esta edad hay poca paciencia y tolerancia, poca disposición a seguir siendo comandados y sobre todo manipulados por sus mayores que no respetan ni admiran. Durante esos años y hasta los 28 años todo se cuestiona, enjuicia, pone a prueba, todo lo que se ha visto, oído, tocado, saboreado y olido desde la época fetal hasta la pubertad es analizado y meticulosa y brutalmente desnudado, con crudeza y sin sentimentalismo, a rajatablas, porque como ya dije cuando se era niño y niña se percibían cosas que la gran mayoría de los adultos ni siquiera se daban cuenta y no les interesaba un comino. Y eso ya no se podía soportar. Era la guerra o la guerrilla y todo lo que olía a autoridad era aborrecido y atacado. Pero no hay mal que por bien no venga.


Ahora bien, si este período de rebeldía, repulsión y antagonismo feroz no se embragueta o no se pule y pinta las uñas bien, con arte por ejemplo, el crecimiento se torcerá, desviará, corromperá y oxidará. Y pueden pasar dos cosas: el joven se vuelve adulto y se adultera, es decir, pierde su pureza, inspiración, inocencia y vigor creativo, hasta sexual y/o metafísico, convirtiéndose en un robot más, un autómata, como quieren que sean todos los gobiernos, las instituciones religiosas, esotéricas, profesionales, et cétera, o se arriesga a ser un artista, es decir, hace de su vida una obra de arte, y si es posible una obra maestra y genial, pero eso significa que deberá asumir el riesgo y estar preparado para sufrir horrores, pasar hambre a veces, ser despreciado por muchos más, ser tan maltratado y olvidado a veces que si no hace uso de toda su inteligencia, pericia, resiliencia, tenacidad y perseverancia enfermará y morirá antes de poder acabar su tarea artística y ser medianamente aceptado por el resto del grupo que jamás le perdonará su singularidad y rareza o su precocidad y sentido visionario de la vida. Un buen ejemplo es Milarepa, quien comenzó siendo un mago negro y nigromante, y terminó convirtiéndose en un santo eremita y poeta, admirado en el Tíbet y fuera. Porque no hay nada que les dé más arrechera y saque de sus casillas al común denominador de la gente que darse cuenta que ese hijo de puta tenía razón o hizo algo que ellos no podían hacer o no se atrevían. A veces el artista tiene suerte, la pega, da en el blanco, y lo recompensan y pagan bien. Entonces, además de ser artista, se vuelve payaso o animal de feria pues le ven la gracia y hace reir amén de que logra que prosperen coleccionistas, museos, subastadoras y hoteles turísticos, como le sucedió a Vincent van Gogh, mas luego de muerto con una bala que lo sacó violentamente del círculo de la vida a los 37 años. Pero eso no fue lo que le pasó a Pablo Picasso y Salvador Dalí, que la pegaron, se hicieron ricos y famosos, hasta imprescindibles en ciertos círculos, y les era muy difícil, después de pasar trabajo y ser desconocidos, vivir sin ser asediados por la prensa y los fans. Por eso mismo hay que ser malabarista y funambulista, saber tomar las cosas con cierta ligereza, no dejar que los humos se le suban a uno o una a la cabeza, saber que todo tiene su precio, que venimos a este mundo tridimensional a servir y dar más que a dominar y recibir, que todo fluye, nada dura del mismo modo cien mil años seguidos, que hay que reir, gozar, divertirse, bailar, ser bueno o buena con los demás y descansar lo más posible. Nadie es un dechado de virtudes y perfecciones sino más bien un complejo de mejoras incesantes porque siempre hay un flanco débil o talón de Aquiles y, al fin y al cabo, es Dios quien tiene siempre la razón y no se equivoca (a lo que el payaso de Charles Chaplin le sacaba punta continuamente). Todos nosotros, genios y oligofrénicos o sabios e ignorantes, altos y chiquitos, morenos y albinos, estamos acá y allá para aprender siempre algo más porque de lo contrario sería muy abrurrido vivir. ¡Suerte a los puericultores y pediatras, habrán niños y niñas para rato! Ahora a oir el Vals triste de Jean Sibeluis, en una grabación de cien años atrás o casi y el Concierto para Cello en E menor de Sir Edward Egar en una grabación muy reciente o el Concierto para Violín y Orquesta No. 1 de Max Bruch. Todo pasa, todo suena y retumba y es, a fin de cuentas, una maravilla didáctica y valiosa que debemos estimar. Encarnamos y desencarnamos para agradecer al Creador y a la Creadora sus gentiles favores cruzados y rosacruces por las gracias recibidas en este sector cósmico que ocupamos por un tiempo.


Por último, algo más sobre las iniciaciones y los ritos de pasaje bien analizados e interpretados por Mircea Eliade, ese gran estudioso de religiones comparadas, cuya lectura, por ejemplo, de Lo Sagrado y lo Profano, no cansan ni aburren. A mi parecer, en cada existencia la primera iniciación tiene lugar en el momento de ser concebidos pero no es una regla general. Puede suceder, claro que sí, pero también puede tener lugar mientras estamos en el vientre de nuestra madre. Eso dependerá del Tribunal del Kamma o Karma. Lo que sí es cierto y seguro para cada alma viviente, nacida o aún en estado fetal y luego en el embrionario, es que la primera iniciación ocurre al bajar el Espíritu Santo hasta nosotros y nosotras. Si eso sucede al ser concebidos, bien, y si no después, también bien, y no es absolutamente indispensable que la mente lo recuerde aunque sí lo recordarán el alma y el Yo Superior. Este suceso de luz nos atraviesa por completo y nos etiqueta metafísicamente. Pueden haber marcas en el cuerpo físico y en el causal que vienen con el descenso del Espíritu Santo y ciertas disposiciones muy particulares que los de percepción extrasensorial pueden vislumbrar después. Sin embargo, sí es indispensable que cada ser sepa y no dude que es un hijo, una hija de Dios, que era hermafrodita y cruzado –un 8- al inicio de su fase uterina, y que esta certitud de haber sido constituido por la mano del Cielo, como una partícula más de la Divinidad, la conserve, honre y aproveche hasta el fin de sus días, pues no hay honor, obligación y derecho más grandes que el de saberse UN PRODUCTO ESTELAR, que sin duda alguna ES una partícula deL MISMO Dios. Estar consciente de ello debiera permitir salvarnos y eximirnos de la bajeza, la degradación, la perdición u olvido de sí mismo, que no es otra cosa en el fondo que el olvido de la PODEROSA PARTÍCULA GENIAL E INMORTAL indentada en nosotros mismos POR LA CREACIÓN. Pero como además se nos concedió la gracia divina del libre albedrio, una fuerza todopoderosa y mágica, y pareciera que en los mundos primitivos, como al que todavía pertenece la Tierra, se cae con cierta facilidad en estas debilidades y desarmonías, muy graves y escandalosas a veces, hay que agarrar el toro por lo cachos y darle instrucciones precisas para que nos obedezca y siga gentil y suavemente. Como siempre hay remedios. Dios perdona todo, si nos lo proponemos con fé y sinceridad, y tarde o temprano nos podemos reencontrar con la luz aunque el recorrido de vuelta tome una o varias existencias. Y no hay apuro. No obstante, insisto en esto: en una sola vida es posible liquidar 80.000 vicios y atomizar 100.000 vidas profanas tiradas por la ventana en ataques de demencia con tal que haya humildad, paciencia, ingenio e inventiva de por medio y con tal que saquemos del closet al guerrero y la guerrera de luz taumaturga. El camino zen es excelente.


La segunda iniciación tiene lugar al salir al mundo formal, dejar la placenta, ser recibidos en el mundo de los mortales y vivos y comenzar a chupar de la teta de la madre o nodriza y/o del biberón. No importa el método de alumbramiento escogido para acceder a la luz y sombras externas. Respecto a la lactancia es preferible que el bebé chupe de una teta pero, como ya dije, no pueden haber reglas universales y hay de todo en el Universo. La Creación es polifacética. La tercera iniciación ocurre a los 7 años. Es clave. Este segundo rito de pasaje se recuerda generalmente y desde tiempos inmemoriales ha sido celebrado y consagrado. A partir de ese momento el alma, el cuerpo, la mente y la chispa divina son formalmente recibidos en el seno de la comunidad que el ser escogió voluntariamente cuando decidió reintegrarse a la dimensión escogida y renacer. Nuestro corazón queda grabado como con un hierro. Es un momento de transición importante para la comunidad. Comenzamos a crecer. Luego viene la tercera iniciación, a los 14 años aproximadamente, pues varía según la persona y las circunstancias, y se manifiesta y ciñe a partir de la pubertad para la que tampoco hay una regla universal o única. Depende de varias causas que no siempre están en manos de la persona seleccionada por la Naturaleza. El mundo cambia, el horizonte y el cielo se ensanchan, el instinto de supervivencia se hace fuerte. En las culturas primitivas es quizás la iniciación más importante de todas porque a partir de ese instante el niño deja de ser niño y se convierte en hombrecito y la niña deja de ser niña y se torna una mujercita. Hay que aguantar el dolor y se muere simbólicamente para renacer después.


Y así pudiéramos seguir de 7 años en 7 años. Hay también otros ciclos que se pueden tomar en cuenta, dependiendo de lo que se quiere descubrir. En todas las iniciaciones la Luna ejerce el rol sacerdotal por excelencia siendo los novilunios y plenilunios los momentos más sagrados y trascendentales (14 días ó 2 semanas). Se estudian los ciclos anuales que suceden cada 9 años, cada 3 años, cada 12 años, cada 33 años, etc, el ciclo nodal de Metón, las revoluciones solilunares y los ciclos planetarios al alcance de los mortales. Pero estos serán temas de otro análisis. Acá sólo tocamos lo concerniente al niño y la niña que fuimos en un lapso dado así como al niño o la niña interior que cada hombre y mujer guarda en su seno y no siempre recuerda, respeta, escucha y atiende. Recordemos que el proceso de nuestro aprendizaje aquí en la Tierra arranca en el momento de nuestra concepción, un período de conformación primaria que los hindúes siguen estudiando, el cual dura aproximadamente 294 días antes de nuestra venida al mundo de los mortales. Por último, más que conocer las reglas de las matemáticas ordinarias, es preferible conocer las virtudes, desventajas y significados de los primeros números, del 0 al 10, que constituyen la base serial de las matemáticas extraordinarias porque ahí está todo el quid pro quo.


PS. Acabo de leer en BBC-Mundo una nota periodística sobre Finlandia y el porqué del éxito de su sistema educativo. No lo he leído por completo. Pero hasta donde leí pareciera que ese país nórdico y yo coincidimos en varios aspectos. Así que pienso que el problema, o por lo menos una buena parte de él, reside en los adultos y las adultas y su pésima manera de ver la vida y los acontecimientos en pleno desarrollo. Si a los niños y las niñas de este mundo los dejaran más en paz, les dieran más amor, comprensión y estímulos, tendríamos legiones y legiones de Steve Jobs, genios por todas partes, inventores de buena y larga vida, inspirados poetas de toda la vida capaces de crear estados paradisíacos en todos los reinos. Si esto pasare, estarían aterrizando naves nodrizas y platillos voladores y podríamos establecer buenas relaciones diplomáticas con emisarios de otros mundos. La Tierra avanzaría muchísimo y gozaríamos un platal. Eso es lo que pienso y no lo cambio por nada. Amén. ¡Y que así sea, carajo!


Caracas, 9-11 de abril del 2010