domingo, 1 de mayo de 2011

Venus en Escorpio sideral, el signo de la Serpiente Emplumada, del Alacrán y la Tarántula, el próximo 21 de diciembre de 2012 (Parte 1)













Inanna-Ishtar-Astarté-Venus. Reina del Cielo y la Tierra. Madre Primordial. Versión moderna. Autor anónimo. La diosa Inanna en Sumeria, Ishtar y Astartú en Akkadia, Astarté en Grecia, Ashtoret en Fenicia e Isis-Hathor en Egipto, se le asociaba con serpientes, lagartos, lechuzas, leones, Magia y el Inframundo.Vivió 200.000 años antes de Cristo, según Beroso, un alto sacerdote babilonio.


Descubrí a Albert Slosman y Patrick Geryl a principios de febrero del 2009. Antes no había oído mencionar sus nombres e ignoraba sus revelaciones y menos aún los títulos de sus obras científicas y eruditas. Sus hallazgos me parecen de una enorme importancia, revolucionarios y minuciosos como monumentales y esclarecedores. Cualquier científico, buscador o clarividente que no los tome en consideración y peor todavía, los desdeñe y trate con sorna es poco menos que un pobre de mente, un irresponsable o un escéptico incorregible. Recomiendo que sus obras se lean varias veces y examinen cuidadosamente. Cada página fue sopesada. Los gobiernos de la Tierra debieran estudiar lo que probablemente se nos viene encima que mentes como la del belga Patrick Geryl y su compañero de investigaciones, el arqueoastrónomo Gino Ratinckx, nos confiaron en sus libros traducidos al español.


Como digo fue sólo un par de años atrás que me enteré de la labor de estos tres benefactores de la Humanidad. Sin embargo, por mi propia cuenta tengo muchos años explorando y desentrañando ciertos misterios y secretos que Geryl desmenuza y revela tan diligente y vívidamente. Como él señala Venus, Ahzab Kab Ek o Tlahuizcalpantecuhtli, fue tomada muy en serio por mayas y aztecas siendo la piedra angular de sus elaborados códigos matemáticos y astronómicos. Junto con las Pléyades, Orión y sus agudas observaciones de los equinoccios, solsticios, eclipses, explosiones solares y estelares y demás fenómenos recurrentes, como los meteorológicos, climáticos y agrarios, los sabios mayas pudieron leer el Orden del Cielo y sacar conclusiones generación tras generación (tampoco conocemos toda su historia). Los sabios egipcios hicieron igual. Para ellos Sirio o Sothis, como le llamaban, era su punto de referencia cósmico y calendárico, pero también lo eran Orión, los solsticios, equinoccios, eclipses, cualquier turbulencia solar o sideral y el Kharma. Ambos procedieron de la Atlántida que desapareció del mapa visible y de la que apenas se ven algunos restos en las Antillas y frente a la Florida pero que el Almirante Byrd conoció fugazmente al sobrevolar los casquetes polares y ver cosas en el Polo Sur que nadie más ha visto. Hoy no es un secreto que ambas civilizaciones a extremos opuestos del Océano Atlántico debieron compartir conocimientos y contactos porque las similitudes son patentes en cuestiones cosmobiológicas, científicas, artísticas. Cada vez más lo que hombres y mujeres de la talla de Helena P. Blavatsky, James Churchward, William Niven, Augustus Le Plongeon, Charles E. Brasseur de Bourbourg, René Schwaller de Lubicz, Leo Frobenius, Henri Lhote, Albert Slosman, Patrick Geryl, etc, descubrieron atando cabos se va volviendo un tapiz más claro, nítido, vívido y hasta transparentes y recias sus fibras multicolores. Es indiscutible, desde todas partes del mundo Oriente y Occidente, Norte y Sur se están acercando más y nos estamos dando cuenta que la globalización es simplemente un curso lógico a seguir. Si esto cuaja o se materializa, es porque está en ley que la Humanidad tenga que reencontrarse, reunirse y hermanarse, antes de que sea demasiado tarde y los cataclismos recurrentes destruyan otra vez grandes porciones del hábitat terrestre, oceánico y plutónico.


No hay mal que por bien no venga. En este momento estoy releyendo El Gran Cataclismo de 2012, publicado por Ed. Kier, que conzco desde los años ’60, la primera gran editorial esotérica en Sud América. El libro lo estoy saboreando más que en 2009, poco después de leer La Profecía de Orión, que me tocó hasta las fibras más recónditas de mi ser porque entre otras razones coincidía con las pesquisas que había estado haciendo estos últimos años en especial en Kadonai: El Niño de Arriba y en el Manual de Kadonai (1986-2000) que hizo que descubriera la sagrada palabra Or::. El tema de los Grandes Cambios en la Tierra lo comencé a investigar y sentir muy agudamente en los primeros años de los ’60 en Caracas, París y México D.F. Al inicio todo era terrible, terrorífico, pavoroso, cáustico, infernal, una retahila de sufrimientos y atrocidades ilimitadas y desesperantes pero gradualmente, con el tiempo, a medida que fui creciendo, madurando y profundizando en mi aparato mental y espiritual el horror y el espanto fueron cediendo, debilitándose, y me fui acercando a los asuntos apocalípticos de un modo más natural, sereno, reposado, confiado, esperanzador, ditirámbico y equilibrado ya que me di cuenta que el observador puede tener acceso a la metamórfosis, la cauterización, la sanación y la liberación. Se puede salvar si pasa al Otro Lado, si cruza el río de la Muerte, como en los mitos. Este mundo es reflejo, hasta cierto punto, de la mente que lo observa y por lo tanto puede cambiarlo si él se cambia a sí mismo y se aleja de la Muerte y la Neurosis. Entonces se da cuenta que es posible escapar, salirse, dejar la cárcel de su mente e irse. Así fue cómo paso a paso comenzaron a llegar hasta mí los aliados y las aliadas de la Vida y fui dejando cada vez más atrás los demonios y los monstruos del Bajo Mundo y descubrí qué había del Otro Lado de la retina, del país, del planeta, de la Tercera Dimensión, et cétera. Salí del infierno de la mazmorra y de la desgracia y me coloqué en el sitio que me correspondía: tenía derecho a ser un Hijo más de Dios y no un sujeto débil, neurótico, mortificado, atormentado y apesadumbrado al saber que las depres nunca duran más de 24 horas a lo máximo si uno se lo propone con voluntad de hierro. Todo fue muy rápido porque así lo quise y a los 20 años ya tenía 26 millones de años (un dígito clave muy maya o astronómico por cierto). Luego dejé los años, las serpientes, y me fui a las eternidades, las mariposas. Digo todo esto porque quiero que se sepa que todos y todas tenemos la potestad de saltar barreras y cercas. Si millones de personas en la Tierra se lo propusieran cambiaría el sino de los Tiempos en cosa de horas y el campo magnético de la Tierra se beneficiaría. Es hora de traspasos, transfusiones y transparencias. Este es el camino de la libertad y de la felicidad y no el de la tiranía y la esclavitud. Todo lo que he ido narrando en este párrafo es precisamente lo que se halla en los mitos, fábulas y cuentos fantásticos, en las transmisiones orales iniciáticas que antes bardos, vates y poetas inspirados contaban en actos de catarsis y revelación para que no se perdieran las gestas de antaño y los valores morales de héroes y heroínas.


Así que cuando comencé a escribir hacia 1960-1962 el realismo fantástico de autores como H. Rider Haggard o Denis Saurat, referidos en la saga de She y los gigantes constructores, y muchos años luego, en los fascinantes hallazgos de la planicie de Marcahuasi dejados por la cultura Masma, de la mano de Daniel Ruzo, a quien conocí personalmente en el Centro Gustavo Meyrinck a través de Adolfo Blanco Adrianza, nunca me pareció raro. Tampoco exagerado esto del gigantismo y la cercanía de la Luna y sus efectos colaterales sobre el cuerpo y la psiquis. Los cíclopes y los titanes eran unos de mis temas favoritos y lo que sonaba descomunal y quizás monstruoso por ser tan poco convencional y común. En Kadonai: El Niño de Arriba le di mucha importancia a lo gigantesco, anormal, exorbitante. Pero lo que ha motivado que escriba esta entrada es que en el libro de Geryl, que estoy leyendo muy atentamente, encuentro cuán cardinales fueron para los antiguos pueblos precolombinos de América Central, como los mayas, quichés, toltecas, aztecas, zapotecas, olmecas, etc, las observaciones celestes que compartieron en sumo grado con los chibchas, quechuas, aymarás y urus del Titicaca. Todos los pueblos antiguos decían cosas parecidas y afirmaban que descendían de pueblos originarios de la Época Secundaria o Terciaria y por eso cuando llegaron los conquistadores peninsulares de Europa el choque psicológico y religioso fue desproporcionado, muy violento, despiadado y amargo. Era difícil que los cristianos entendieran que su mundo había estado y seguía estando sujeto a repetidos diluvios, éxodos, erupciones volcánicas, mutaciones geológicas, atmosféricas y climáticas, que su pasado se perdía en la Noche de los Tiempos y no como en el cuento infantil que ponía el Génesis en 4.000 y pico a. C. Este panorama cambió drásticamente en los siglos XVIII y XIX al surgir seres como Swedenborg, Laplace, Leibnitz, Montesquieu, Rousseau, Herschel, Darwin, Bulwer-Lytton, Vivekanânda y muchos más que ampliaron el diámetro cultural de Occidente y se comenzó a poner en duda dogmas, mentiras y fanatismos viejos de muchas centurias. Hasta se creó un calendario masón en la Revolución Francesa.


Hoy cuesta mucho pensar que somos los únicos habitantes en el cielo. Eso parece cada vez más absurdo, necio y fuera de toda lógica y sano discernimiento. Cada vez más estamos llegando a sentir, comprender, aceptar, que las dimensiones se interpenetran y se pueden tocar, que nuestro límite es el infinito y nuestra duración, la eternidad. Hoy resulta más fácil entender a los poetas y los artistas porque somos más sensibles, más moldeables y permeables, menos obtusos e inflexibles. Entendemos que Dios está en todas partes y tiene todas las formas imaginables y por lo tanto nos estamos volviendo más islamistas o musulmanes, más cerca de lo que los filósofos metafísicos han estado creyendo durante miles y miles de años y podemos entender mejor a los científicos y astrofísicos que nos presentan teorías y ecuaciones que pocos años atrás nos hubieran parecido imposible. Hoy sí es posible comprender mejor que la energía no tiene límites y que materia y energía son en el fondo prácticamente la misma cosa aunque en proporciones y soluciones diferentes y desde perspectivas opuestas pero complementarias, que el pensamiento tampoco se puede limitar o cercenar, pues el saber es un ser libre por antonomasia, presente, vivo, sensible y brillante en cada una de nuestras células, moléculas, átomos y genes y basta que se despierten más neuronas para que podamos trasladarnos y proyectarnos a n velocidades de luz. Por lo tanto, las barreras solamente las ponemos nosotros y nosotras cuando nos empeñamos en disminuirnos, anularnos y congestionarnos o endurecernos. El humano es un puente, como decía Nietzsche, de luz nuclear y tan potente como una bomba atómica muy inteligente y además perfectible. Una perfección tan vasta y colosal como el mismo cielo que nos cubre e imanta a diario.


Meditaciones cataclísmicas. Entonces, ¿será posible que lo que algunos y algunas han previsto pueda evitarse? ¿Será posible alterar o suavizar lo que sabios sacerdotes-astrónomos-matemáticos y psicoanalistas de antaño calcularon con tanta precisión? Quizás. Es posible. Nada está dicho en un ciento por ciento pero también es cierto que una certitud obedece a un programa o plan maestro, una línea central, un orden superior, un acorde sinfónico, que sólo puede variarse ultimadamente si las personas así lo quieren, si la mayoría lo quiere de verdad, con el corazón, si el planeta lo estima, lo decreta y si está en consonancia con la Ley Divina que es puro amor, amplitud y caridad. Pienso que los eventos se están precipitando. Por ejemplo, no me parece casual ni irrelevante que gran parte o casi todo Medio Oriente u Oriente Próximo se esté alzando y despertando. Algo bueno está despuntando y es el Oriente, el Levante, por donde sale el Sol (que antes salía por el Oeste y mucho antes por el Este, dependiendo de las polaridades magnéticas alternadas). Así que esta sacudida geopolítica, social y generacional está ocurriendo por razones muy específicas y pareciera tener un destino: la Humanidad tiene que despertar, no puede seguir viviendo tan mal y tan a la deriva, debe terminar su ciclo. ¿Podremos parar todas las plantas nucleares? Siempre me pareció que la radioactividad no es cosa de economías, no existe para generar electricidad sino para impulsar y apoyar lo sutil y etéreo. Es para que sea usada por el cerebro a un nivel o grado muy elevado y especializado, no para contaminar y matar gente, plantas y animales o elementos vitales o generar electricidad inferior. Es hora que los terrícolas pasen a una fase más sutil y maravillosa. Es hora que se piense y sepa que mientras más educación y cultura más progreso y milagros, más prodigios y estupendos fenómenos. Las resonancias transportan.


A mitad de la última década del siglo XX comencé a trabajar en un prototipo imaginario: una pirámide escalonada multicolor que designé como TIKAL y de la que hice varias variantes. Últimamente me ha dado por llamarla: LOS BUENOS DESEOS DE LOS VIEJOS BRUJOS DE TIKAL. Es una imagen protosolar, alquímica, críptica. Le he venido otorgando una dimensión progresiva, un aura creciente, con poderosas características de lo que significa para mí la antigua y futura civilización maya. El concepto que expreso allí es la esencia de Maia o Maya, una de las Pléyades, un nombre fuerte en distintas culturas, notoriamente la hindú, china, nepalesa, helénica, rusa, pues lleva la raíz toponímica «Mâ», como en madre, mamá, mami, múu, mother, maman, María, Mara, una palabra, sonido, fonema, ligado a las lenguas de la Humanidad desde la Protohistoria. Para mí es de procedencia extraterrestre.


Cualquier signo, símbolo, glifo, señal, carácter o marca que conocemos, usamos o imaginamos son parte del idioma primordial que los humanos elaboraron en el pasado o elaborarán en un futuro. Todo lo que se inventa fue hecho antes tal cual o lo será en forma parecida porque todos y todas copiamos y participamos de una misma fuente que nos baña continuamente y esa fuente se expresa en un lenguaje universal que cualquier mente y corazón puede reconocer en el momento oportuno de un estado de conciencia. El idioma universal de las formas, figuras, trazos, geométrico en esencia y rápido como la centella y el relámpago, es nuestro de por vida y mientras tengamos encendida la luz de la inspiración, imaginación e intuición. Es imposible que todos los pueblos del cielo olviden la sustancia primigenia y cardinal con la que fueron concebidos por el Padre-Madre de Luz, el Hijo-Hija de Luz y el Espíritu Santo de Luz cuando así lo quiso la Divina Providencia. El signo de Venus es eso: una persona con los brazos abiertos. Un cuerpo o amasijo de átomos que abraza y quiere hacer el amor cósmico.