miércoles, 21 de enero de 2015

El problema con el dios Dinero es que genera malsanas ilusiones y nos esclaviza, embrutece o enajena; si lo eliminamos podremos llegar a conectarnos con energías y potencias muy superiores de vida

El problema con el dios Dinero es que genera ilusiones, también esperanzas, vanidades, sueños que se cumplen o fracasan por una razón u otra, ad infinitum. Esto nos dicen los economistas el 20 de enero de 2015 en la página web de BBC Mundo: "La economía se ha vuelto vacilante, inconsistente, no parece tener un rumbo claro. Por el momento no nos queda otra opción que entenderla como tal y convivir con ella, concluye el documental de la BBC. Y no podemos repetir la remanida frase de que el resto es historia, porque la historia de la crisis global se sigue escribiendo. Ni siquiera los economistas más lúcidos vislumbran un fin y esto es algo que "los mantiene despiertos de noche", según reconoce el propio Foro Económico Mundial (Davos)." Al respecto he opinado durante años y sigo pensando que el dinero ha sido una maldición más que una bendición aunque aclaro que este problema es de muy vieja data. Yo, como todos los humanos en este planeta, he vivido del dinero de mis ancestros, mis padres, mis socios, mis descendientes, mis esposas, mi propio peculio y trabajo, mis vecinos y desconocidos, etc. No escapo a la ley de la oferta y la demanda y a las teorías y prácticas puestas en marcha por economistas y políticos o por mafias, narcotraficantes, militares y perros de la guerra que viven del infortunio ajeno. Sin embargo, siento que llegará el día cuando esta manera de ver la energía cósmica (de donde procede el dinero y todo lo demás) será visto, tratado, apreciado y reproducido de otra forma, una más acorde con la constitución, esencia sutil, expedita, directa y democrática de la riqueza y el cuerno de la abundancia de lo que ahora llamamos, con más o menos torpeza, "dinero" y acceso a los bienes de la materia, lo concreto y visible, que por lo que constato es infinito, ilimitado, fantástico y fabuloso en su origen y está ligado de una forma u otra con los vientos, los volcanes, el humus, las rayas de los tigres y el vaivén de las olas marinas. O sea, pensar maliciosamente, con mucha o poca ignorancia acerca de las cosas, que hay un techo para la riqueza y variedad de las materias primas, renovables y no renovables, existentes o por descubrirse, locales y foráneas, visible e invisibles, es pura miopía o misantropía. La Naturaleza es esencialmente prodigiosa y opípara, se renueva de mil y una formas y maneras, evoluciona, como dice la cuña televisiva, se recicla y regenera incesantemente, así ha sido durante milenios, distintas edades geológicas e históricas, mientras que el humano vive poco en comparación, debe adaptarse obligatoriamente a sus variaciones y sorpresas so pena de desaparecer de la circulación y no tiene ni granito ni basalto ni magma debajo de la piel o en sus venas y arterias. Ergo, el humano es un ser sumamente endeble, frágil, no muy consistente que digamos, vacila mucho y ni tiene olfato de perro o la rapidez de gatopardo. El problema son sus egos, su soberbia, arrogancia y echonería, nos falta demasiado conocimiento, filosofía, sabiduría y comprensión para entenderlo y aceptarlo y adecuar con suficiente inteligencia y humildad nuestro sistema particular de vida y encarar con acierto, eficacia y eficiencia lo que nos ocurre a cada momento para no ir en contra de lo divino y formidable de la circundante Madre Naturaleza tan extraordinaria y viva desde todo punto de vista como sabia y práctica y de paso aprender de ella como niños y niñas grandulones que aún somos.

Sé que llegará el día, en la próxima ronda de civilización global, bastante más adelantada, rica y prometedora que la civilización que nos ha tocado vivir, así como aquéllas que nos precedieron, que el humano podrá acceder a las maravillas y riquezas de la Madre Naturaleza de un modo distinto, rápido, directo, superior, sin que tenga que experimentar tanto dolor, sufrimiento y miserias (que él mismo ha causado a menudo sin premeditarlo). El hecho u obsesión de querer vivir mejor y ganar más dinero por consiguiente hace que se manifiesten avaricias, codicias, egoísmos, robos y hurtos, violencias y arrebatos o gazmoñerías de todo tipo, engaños y embustes, ambiciones sin control, etc. Son más las desilusiones que la esperanzas ciertas y claras y durante millones de años los humanos en Gea no han podido resolver sus necesidades correctamente. Eso ha significado tristemente que hayamos tenido que involucionar tantas veces y empezar de nuevo. ¿Podremos evitarlo muy pronto? Ojalá, no estoy tan seguro, dependerá de una pila de factores, incluso de algunos más allá del planeta, del sistema solar.

Los economistas, unos más lúcidos que otros, han ideado o imaginado todo tipo de teorías y esquemas para saciar la sed y el hambre de los pueblos, apaciguar miedos y carestías, porque éstos no han podido todavía vivir adecuada, armónica, pacíficamente alejados de los ruidos y destrozos escalofriantes y sangrientos provocadas por las guerras, los conflictos armados y pasionales, las rencillas, las injusticias y desigualdades, las calamidades naturales que a veces provocan los mismos humanos (como el actual calentamiento global y la polución ambiental). Y, en consecuencia, el tema del dinero, la riqueza y la abundancia, ha variado una y otra vez y no ha sido constante ni fija nuestra perspectiva y manera de analizar y encarar la paz y la guerra, la saciedad y la satisfacción, el bien y el mal pues nuestro universo es Uno e interdependiente e interactivo. Nuestro modo de ver y adaptarnos a los vaivenes naturales y sociales no ha sido el mejor y seguimos pensando que para vivir mejor es necesario agredernos y atacarnos, un sine qua non, y esto es realmente tonto, una necedad, un tremendo infantilismo que nos sigue atados a un animalismo y salvajismo irracional que debimos superar hace mucho tiempo cuando nos fuimos de África en calidad de australopitecos aventureros. Hasta que los seres humanos no aprendan a respetarse mutuamente y quieran cohabitar en paz en este mundo que Dios les cedió o prestó, no se establezcan territorialmente en armonía con su medio ambiente o ecosistema y existan de acuerdo con normas y cánones platónicos, aristotélicos, musicales, elevados, seguirán dependiendo y de muchos modos para todo del dios Dinero, un dios materialista tiránico, dictatorial, despótico, limitado por su visión entrópica, mezquina y miserable de las cosas de este mundo y de otros, o como lo llamo yo, de Saturno Mala Leche, a quien le chifla comerse a sus hijos e hijas para luego vomitarlos.

El día que los terrícolas despierten de veras harán magia para que los prodigios, portentos y lujos de la Creación estén a su alcance y llegue a todos y todas y no solamente a un grupito de superricos y superricas que viven a cuesta de los demás -en el comunismo y en el capitalismo-, posiblemente tan egoístas y malintencionados como ellos y ellas mismas a quienes explotan porque se valieron astuta, inmoral, pervertida y abyectamente, para engrosar su peculio personal y sus arcas que tratan de ocultar lo más posible. Esta situación ha sido la misma durante añales y parece una pesadilla de nunca acabar. Una y otra vez a lo largo y ancho de la Historia se repite una misma situación: los pobres, débiles y desamparados copian lo que hacen las falsas élites, los criminal e irreflexiblemente beneficiados en un período u otro, empecinados en esclavizar a los menos favorecidos. Esto es lamentable pero sucede porque a menudo quienes pudieran hacer avanzar y dar conocimiento a los pueblos son perseguidos y ajusticiados. La Historia está plagada de estos Abeles y Mahâtmas o Libertadores a quienes se les impidió dar sus luces y quebraron demasiado pronto. ¿Cuánto tiempo más seguirá este círculo vicioso y fatal? Hay demasiados asesinos del espíritu multiplicándose como conejos y basta ver la prensa y los canales de televisión para escandalizarse y alarmarse. Pero ¡ojo! esta pesadilla es muy antigua.   

Como ha sido y será siempre eso de querer materializar a toda costa y por encima de lo demás el fruto del trabajo, la rendición y las expectativas del mismo, termina oscureciendo el panorama mundial y satanizándolo. No se puede hacer de la Materia el fundamento de la economía, la geopolítica, la ciencia y el arte, la religión,  la ética, la justicia y la sanidad. No es posible que se crea y piense que la salud, el impulso, la creatividad, el ingenio, el fundamento de lo que hacemos tenga que tener su base y lógica en la Materia porque eso es contranatura, va en contra de las leyes universales, del mismo sistema como opera o funciona el Universo del que nosotros y nosotras somos apenas una porción más. La Materia es solamente un reflejo, una consecuencia, un resultado del Logos. Cuando entendamos que el Espíritu, el Ser, la Idea, santa en esencia, por antonomasia y excelencia, rige, administra, impulsa y activa todo, incluso nuestro aliento, ser y vida, hallaremos las respuestas que tanto nos eluden y atormentan. Si no nos conectamos con el Espíritu Santo que lo mueve y ama todo, si no vamos al grano y vemos a través de las apariencias, no dejaremos nuestra situación tan incierta e insegura, como bien están constatando nuestros economistas y académicos, nuestros gobernantes y líderes sociales. Hay que alterar y reajustar nuestra filosofía de la vida que aún se focaliza y revolotea alrededor de la Muerte y lo precario. Mientras no veamos más allá del horizonte no vamos a salir del hueco negro supermasivo que nos debilita y nos reduce a un círculo vicioso de alzas y bajas impredecibles y fatales que rebotan y desencadenan horrores y eso, como ya señalé, significa cambiar muchos aspectos de nuestra filosofía, psicología, psiquiatría y psicoanálisis, tan poco religiosa o atea en esencia. Y eso por supuesto significa que debemos dejar de matarnos, así de simple, porque no respetamos la vida.

Nunca se podrá hacer justicia matando, degollando, decapitando, fusilando, esgrimiendo insensateces, estupideces, arengas llenas de odio visceral en nombre de una Idea o un Ideal envenenado, torcido, impuro e iconoclasta. Pero los islamistas fanáticos así como los budistas, católicos y judíos furiosos no cambiarán su manera de ser y actuar a menos que se vuelvan hacia la Divinidad, a menos que entierren sus hachas de guerra y cesen de fabricar armas de guerras y dilapidar dineros que hubieran podido servir para levantar escuelas, universidades, granjas, carreteras, hospitales, clínicas, manicomios, spas, centros de cultura, arboledas, bosques, jardinerías y canchas deportivas. Si me preguntan cómo llegar a un mundo mejor, responderé que si las grandes y pequeñas potencias del mundo no comienzan triturando y estallando sus arsenales de armamentos y fábricas de muerte, todo lo que huele a crimen, masacre, carnicería y desolación es imposible que haya una sola semana o mes de paz continua en el planeta. ¡Una ilusión, una mentira, más de lo mismo, pensar que dejaremos de matarnos unos a otros por ideas, cultos y programas que nos devolverán el uso de la razón! Mientras se inviertan millones de dólares, yuanes, euros, en máquinas de la muerte será menos probable que la economía sea rentable, una cuchara para alimentar a millones de almas y devolverle la esperanza a padres y madres sollozando y sufriendo inclemencias climáticas, ansiando liberarse de infecciones, pestes y pandemias, et cétera.

Entendámoslo de una vez para siempre: todos los países del mundo, con algunas excepciones, viven para alimentar y engordar la barriga de la odiosa diosa Muerte y Desolación y creer con sorna e hipocresía que la economía se masajea y lubrica para beneficiar a la Humanidad; pero así como están las cosas ahora y lo fueron ayer y anteayer eso es caerse a mentiras, engaños y ridiculeces. Cuando los EE. UU., China, Francia, Israel, Japón, Rusia, la OPEP, el FMI, el BM, la ONU, el Estado Islámico o ISIS, etc, decidan hacer un alto solidario en su carrera suicida y homicida, ponerle fin a su autismo, ceguera y sordera, y lancen las armas y las municiones al fuego y al barranco de una vez por todas comenzaremos a salir del matadero global y usaremos nuestros ahorros en cosas y actividades menos demenciales o lunáticas. Tenemos que quitarnos con un martillo de sabiduría los clavos, las espinas y cuanta arma de tortura tengamos enloqueciéndonos, hiriéndonos, amputándonos y matándonos en nombre de unas ideas completamente trasnochadas, absurdas y putrefactas en esencia. Todas las guerras han destruido, ninguna construye, renueva y salva. Pensarlo que no es así ha sido parte de nuestra inmoralidad o desequilibrio hormonal, orgánico, mental, psíquico. La guerra mata a la religión, sea cual sea. Y el dinero, sobre todo el mal habido, es nuestra fuente de perdición y tarde o temprano lo pagamos bien caro, como lo comprueban la Mafia, las organizaciones político-sociales que viven de enojos, odios y venganzas y desaparecen sin dejar huellas. Una y otra son parte de nuestro malestar como raza cósmica y por eso debemos purificarnos e inmunizarnos porque acá al planeta han llegado muchos seres malévolos del espacio exterior que se empecinan en corrompernos, esclavizarnos o controlarnos a como dé lugar. Ellos están detrás de todos los movimientos alienantes y terroríficos. No caigamos en sus trampas. ¡Astar Sherán, socorro! ¡Afrodita, rescátanos!

En mi obra, El Orgasmo de Dios, escribí el 3 de marzo de 1963 que: "La civilización se engendró malsanamente con el dinero. ¡Al pelotón con Midas!" La falsa civilización la inventó este loco de atar que llegó a ser rey. Idiotas que hemos sido al seguir su prédica, su concupiscencia, sus fechorías y ardides. En la Era de Acuario-Leo nos irá mejor. La desazón y la incertidumbre actuales nos están indicando que a la casa de bolsa de nuestros valores en decadencia se acerca una tormenta perfecta, un rumbo nuevo se le está augurando a nuestra civilización moderna, postmoderna, antropocena en decadencia, como se le quiera designar. Una nueva arquitectura de la vida va a emerger sin duda alguna de las cenizas. A su manera, Nietzsche y Teilhard de Chardin o Beethoven lo imaginaron y vaticinaron hace décadas o siglos. También lo hicieron Henry Miller y Maria Montessori. Muchos místicos y metafísicos a lo largo de los años. Incluso economistas arrepentidos convertidos en alquimistas, inventores, jardineros y agricultores del Nuevo Reino de los Cielos, como Nikola Tesla, entendieron que debíamos adquirir una brújula nueva. Ojalá tengamos suficientes humanos con más de dos dedos de frente para erigir una tabla real de salvación que nos proyecte y emocione, cure nuestros miasmas, complejos y virus del carrizo. ¿Resucitaremos pues estamos casi muertos de miedo o nos dejaremos pasar por encima como troncos de madera talados? OM.

Caracas, 20-21 de enero de 2015