domingo, 4 de abril de 2010

Faraones y Faraonas

El Antiguo y Sagrado Sacerdocio de la Luz desde la óptica del Antiguo Egipto y ahora de la embrionaria cultura acuariana



La prieta Ahmose-Nefertari, al revés de la convención, sujeta a la ley de la tierra fecunda. La reina-faraona Ahmose (Ia-mose) Nefertari, la gran esposa real, y su marido, el rey-faraón Amosis I (Neb-phety-Ra Ah mose), padres de Amenhotep I (Amenophis), inauguraron la gloriosa, famosa, discutida XVIII Dinastía en el Antiguo Egipto que rescató la tradición estelar. Recreación del Autor. Interpretación libre del grabado del notable arqueólogo alemán Karl Richard Lepsius (1810-1884), fundador de la egiptología. Además de pirámides y tumbas reales Lepsius encontró y excavó en Hawara lo que consideraba eran los restos del célebre Laberinto, descrito por el geógrafo e historiador griego Heródoto. El investigador belga, Patrick Geryl, menciona a cada rato el Laberinto. Caracas. 2010.


El mes del mes. Antes de abordar el tema señalado en el título de este ensayo expondré algo que me vino a la mente recientemente y tiene que ver con la etimología del viejo nombre egipcio del iniciado y aristocrático profeta bíblico Moisés. Comparto plenamente la idea de Ahmed Osman de que el faraón Akh-en-Âten y Moisés fueron la misma persona aunque Ud. no lo crea. El nombre «Moisés» deriva de las palabras egipcias mose, mses y mes (ms), que significan «hijo de». Por eso, tanto faraones como faraonas llevaban en sus nombres títulos como el de «Tutmes» o Tutmosis, en griego, que significa «hijo de Tut», el dios lunar Thot, y también «Ramsés» o «Ramesses», que significa «hijo de Ra», el dios Sol. El nombre, distintivo o título que usó Akhenâtén (o Akhenâten, sin acento en la última e, dependiendo de la idea, forma, espíritu o sonoridad de lo que se quiere dar a entender), después que se vio forzado a huir de Amarna al ser derrocado, fue, a mi juicio, AtEnmes (itn.ms), «hijo de Atén», el disco solar «Âten». Era obvio. Mas llamarse Hijo de la Energía Divina, Vivificante, Omnipresente y Omniabarcante podía parecer un sacrilegio, una herejia o exabrupto, y el título completo nunca se pronunció públicamente, primero, para no revelar y despertar sospechas ante los tenibles adversarios del rey depuesto y, segundo, para no ofender a sus seguidores y más que nada a Dios, a quien él adoraba y amaba, una tradición que los hebreos aún siguen respetando y cumpliendo con mucho rigor y disciplina, siendo que el nombre de Dios se escribe como D-os y jamás se especifica y pronuncia el nombre divino por esencia pues él ya lo había vuelto abstracto, una abstracción espiritual y gloriosa que no tiene nombre ni se nombra, teniendo tan sólo una forma o transcripción ideográfica (ver abajo recuadro de Râ 5 Irisado). El nuevo nombre del rey filósofo y profeta en exilio se redujo entonces a MES, que es Moisés en español, Moses en inglés, Musa en árabe, Moshé en hebreo, y quién sabe si no también INTI-MES, abreviado a TI-MES (intn.ms), «procreación del Ser Real de Luz y Vida» y sinónimo de ATEN: la Energía Cósmica que eyacula y procrea consecutiva y perennemente. Gracias a Dios el español es un idioma sagrado que guardó antiquísimas toponimias. Nuestra palabra para el mes de 28-31 días es el egipcio «mes», significando que un mes o mes «proviene», «nace», «emana», es «hijo de» un año-madre solilunar de 365 días, como establecen los eruditos cómputos astronómicos de Thot. Pero «Moisés» es igualmente el «hijo de la pirámide», el «hijo de la montaña», que mide, calibra e interpreta las apariciones planetarias, solares y lunares, los eclipses, la precesión de los equinoccios y solsticios y demás visuales celestiales y las anota (el mismo autor compuso el Himno al Âten y el Pentateuco, con ayuda de secretarios claro está, y le fue dictado el Decálogo por el Cielo). De ser así, su nombre, en la caligrafía simbólica y hierática, traída desde la al-khimia de la tierra negra de Egipto, sería Mes:., Mses:. o Moisés:.. ¡Efectivamente en el monte Sinaí recibió la luz y los 10 Mandamientos de manos de El! Hay otro dato clave: los famosos cuernos de Moisés. ¿Fue por error o gracia divina que San Jerónimo, al traducir el Deuteronomio, en vez de ver «rayos de luz» dimanando del rostro encendido de Moisés, vio «cuernos»? Quizás el anacoreta Padre de la Iglesia, gran adversario de la contrarrevolución crístiana, alucinó y se trasladó a otras culturas, como la nativa americana, siberiana, celta, tibetana, kechwa, la propia egipcia, con sus notables representaciones de Isis-Hathor, donde portar cuernos era un signo de poder, dominio, vitalidad, alta jerarquía, superioridad y astralidad: unicornios, toros, bisontes, bueyes, vacas, ciervos, renos, alces, chivos y carneros impresionaron a nuestros predecesores.

Râ 5 Irisado. Idea del Autor. Caracas. 2005.








De tal modo que de una forma u otra, cual serpiente solar emplumada, Akhenâten-Moisés completó en la segunda mitad de su existencia lo que previó y comenzó en la primera mitad que tantas penas y sacrificios le causaron a él y a su querida mujer Nefertiti que se vio obligado a abandonar para que finalmente Tutankâten-Tutankhamun lo sustituyera. De paso, espero haber probado que el profeta jamás pudo haber sido un simple siervo o seguidor del faraón, uno más del montón, como quiso hacernos ver Sigmund Freud en su famoso ensayo, Moisés y la religión monoteísta, que tantas ronchas levantó entre sus colegas académicos judíos, sino un mutante, un intelectual muy fino, miembro de la casta más alta, con acceso a los secretos del Reino y sus intríngulis y mostrara tal poder de mando y convicción, tal talento para escribir, que levantó a todo un pueblo de la postración y desencanto y lo condujo contra viento y marea hasta la Tierra Prometida. No obstante, el gran psicoanalista vienés, antes de desencarnar en 1939, mostró guáramo y tuvo la intuición, franqueza y osadía de reconocer lo que muchos no se atrevían a ver o simplemente no veían: que las fuentes estructurales y lineamientos de la religión, nación y cuerpo de ideas del pueblo hebreo, salido originalmente de Sumeria, se mezclaron en Egipto y que a su vez Israel influenció a Egipto, una certeza que resaltan los evangelios apócrifos o gnósticos, hallados en Nag Hammadi, bordeando el Nilo. Y ya que al inicio Egipto fue una colonia atlante y siendo el nilótico un pueblo tan conservador no es de extrañar que Heliópolis (la On copta y bíblica) haya sido un centro de acopio de sabiduría ancestral y Giza un puerto-aeródromo-archivo ilustre y crucial. El parcialmente recuperado Evangelio de la Alta Iniciada M:. M:. María de Betania, oriunda de Magdala, y los de Tomás, Felipe, Judas, Juan, y otros dejan entrever es que había un fino hilo escarlata, plateado y dorado que pasaba a través de todos ellos. Era el de la tradición estelar que Akhenâten y Moisés rescataron.


Mi interés por lo arcaico o inmemorial viene de nacimiento. La cuadruple conjunción Saturno-Urano-Mercurio-Luna en Tauro, en Kasa 4, ha hecho que me interese sobremanera en las culturas antiguas, las civilizaciones desaparecidas, olvidadas o aniquiladas, los continentes perdidos, la Prehistoria y la Protohistoria. Lo que nuestros antepasados terrícolas en solitario o en combinación con extraterrestres esclarecidos dejaron para que lo viéramos y admiráramos lo respeto enormemente y me apasiona, entusiasma y agrada. De estas ilustres culturas hoy desaparecidas una de las que más me ha atraído floreció en las riberas y delta del Nilo, a raíz del hundimiento de Atlantis, y en un momento dado cubrió la ribera occidental del Eufrates (Irak). De 1960 data mi interés en el Antiguo Egipto. Los libros de arte, arqueología y antropología, las tarjetas postales, los museos, los historiadores, arqueólogos y exploradores despertaron en mí un apetito voraz que no ha decaído. El Metropolitan Museum of Art of New York, el Musée du Louvre, el British Museum, los Museos Egipcios de Torino y de Berlín se encargaron de abrirme sus enormes puertas para que me empapara del gran conocimiento cósmico que emergió de Egipto gracias a los atlantes pleyadianos y oriónicos que la colonizaron e instruyeron a su población nativa en el camino arduo y tortuoso de la Evolución. El imperio de la Atlántida conoció un gran auge y esplendor, al igual que Mu o Lemuria, alcanzando la maestría en asuntos del qué hacer y el saber. Ambos imperios se beneficiaron del contacto con civilizaciones del espacio exterior. Poco ha trascendido de esas épocas arcaicas, míticas, heroicas y fantásticas donde coexistieron semidioses con humanos escuálidos y retrasados viviendo en cuevas apartadas de centros civilizados e idealistas.


No es fácil que un planeta como el nuestro, sacudido, desequilibrado y destruido periódicamente por calamidades, desastres, peleas fratricidas y genocidios y amenazas de todo tipo pueda progresar y salir airoso de las pruebas a las que la Naturaleza la somete cíclicamente. La inseguridad, la incertidumbre y las crisis han sido constantes en nuestro planeta azul y de ese miedo y pathos se han nutrido en todos los tiempos individuos, grupos y dinastías de baja estatura moral y ética. Por eso, la Historia está llena de asesinatos, traiciones, guerras, saqueos y destrucciones incesantes así como de ambiciones sin freno y es poco en comparación lo que podemos encontrar en los museos y colecciones privadas que haya llegado a nuestros días libre de contaminación y violación. En el momento en que en el cielo se decidió que la Tierra debía ser inseminada y cultivada por razas del espacio exterior ya se sabía cuán cuesta arriba iba a ser el experimento genético, considerado divino o sobrenatural, por los cavernícolas y trogloditas que recibirían su impacto e intromisión cosmogenética cuando fuera oportuno y apropiado.


Menciono este cúmulo de cosas porque la historia del Antiguo Egipto y de otras grandes civilizaciones pasadas están abarrotadas de recuerdos, encuentros y enseñanzas provenientes de dioses y diosas venidos de las estrellas o del sol, la luna u otro planeta, representando al cielo en general, por medio de serpientes emplumadas, dragones, renos y tigres que los acompañaban y transportaban por los aires. El vínculo Tierra-Cielo ha sido una constante y, si este vínculo, nexo, matrimonio e interacción no hubiera existido, no habría arte, ciencia, religión y vida civilizada en nuestro sufrido planeta. Todo lo poderoso, noble, elevado, ilustre y avanzado acá ha sido obra e inspiración de la Divinidad y eso lo reconocían nuestros antepasados aborígenes. Para ellos la simiente de los dioses y las diosas vivía en sus huesos, fibras nerviosas, músculos, tejidos, órganos, células, arterias, venas y mentes. Y, si podían acercarse a través de sus rituales y obras gráficas al mundo divino, quedaban satisfechos y bien recompensados. Por eso, no alcanzo a ver cuando mis contemporáneos exclaman con mofa y desprecio no entenderlo o se interesan frívola y superficialmente en los mitos, cuentos, leyendas, fábulas, alegorías, o cuanta cosa o herramienta que los pueda sacar de la monotonía, la rutina y el aburrimiento y conduzca a un plano poético y simbólico que denigran y califican de irreal e imposible. La cinematografía, la fotografía, la televisón, la radio, la discografía, la música electrónica y digital, el automóvil y el avión, que a mi parecer son iniciativas e inventos mágicos, plenos de luz, encanto y maravilla, nos han ido devolviendo al mundo portentoso y rápido que conocían y/o imaginaban los Antiguos. Gracias a los genios de la ciencia al servicio del progreso y la armonía en común –atlantes y gigantes reencarnados- nuestra Modernidad ha ido saboreando desde mediados del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, al darse los aciertos de la primera Revolución Industrial germinada en Inglaterra con Watt, Boulton, Franklin y Herschel entre otros, y luego expandida a todas partes, flores y frutos recuperados de la Antigüedad.


De todas las manifestaciones inventadas por el hombre y la mujer no hay ninguna que vaya más lejos y sea tan profunda como el arte. En nuestros días Francia es posiblemente el país que más rescató para nuestro placer las maravillas del mundo antiguo. Dicen que el gen egipcio pasó a Francia más que a culaquier otro país de Europa y del resto del mundo. Es posible. Cuando Alejandría y Atenas dejaron de ser los faros principales de las culturas del Mediterráneo y del Adriático en su última etapa más trascendental y sincrética y surgió el cristianismo salomónico-davídico Francia comenzó a erigirse en la portavoz y portadora de la nueva antorcha de la crema y nata de la sociedad que se globalizaría con el tiempo. Y pienso que una de las vertientes por donde corrió la nueva savia vino por los lados del sur de Francia a raíz de la llegada de María Magdalena a sus costas con la piedra filosofal.* No fue la única ilustre especie humana que llegó a la región áurea que se conocería mil años después como le Midi o el Mediodía (del cual hablaría con pasión el visionario filósofo Friedrich Nietzsche que leí con voracidad en mi juventud); pero indudablemente que esta porción del Viejo Continente se convirtió en un crisol de culturas, saberes, razas e historias que cambió el curso de la Historia. Al igual que Iberia o España, otro legendario crisol de culturas, saberes, razas e historias, separada de Francia por los Pirineos, que dividió al país vasco, remanente de la desaparecida Atlántida, estas dos naciones posibilitaron que la sabiduría del arte sagrado como profano del Antiguo Egipto no se perdiera irremediablemente cuando los soldados y heliogábalos romanos la invadieron y quisieron convertirla en un brutal cuartel y oasis olvidado cuando el cristianismo sin gnosis la dominó y quemó la santa Biblioteca de Alejandría. Puede decirse que el Levante cultural de todo el Medio Oriente u Oriente Próximo no desapareció del todo porque muchos iniciados lograron escapar e irse a Europa, África del Norte Occidental, Asia Central y eventualmente a las Américas separadas del Antiguo Egipto por el Océano Atlántico donde reposaban las Canarias y las Açores. Mucho de lo que los sabios nilóticos profetizaron cuando aún habían aulas y ceremonias cerca de las Pirámides sucedió: Egipto sería invadida, comprada, esterilizada, vuelta polvo, hasta que en un futuro distante resurgiría de las cenizas cual Ave Fénix. Hoy, más que bien, el Egipto Moderno trata de darle a su pasado una nueva pintada y repasada. ¿Podrá hacerlo antes de que las aguas vuelvan a cubrir la Esfinge y sin los sabios que la esclarecieron en el pasado? Lo pongo en duda.


* La piedra filosofal es un tipo de cristal de cuarzo vitrificado, ligeramente radiactivo, recubierto de oro macizo y trozos de moldavita, traído del cielo muchos milenios atrás en tiempos de la Cúpula Azul (donde se hicieron experimentos genéticos), en la Hiperbórea, a la par de mapas cartográficos hechos afuera por cambios en el eje de la Tierra. Apareció en la Atlántida y pasó a Egipto, a la planicie de Giza. Allí la colocaron los arquitectos-ingenieros atlantes antes del Último Diluvio Universal para estabilizar las placas tectónicas en combinación con el Khristos-Âten de la época. Cuando Egipto cayó ante las huestes de Julio César, antes de que el general romano entrara al delta del Nilo por Alejandría y conquistara a la reina Cleopatra VII, la pieda filosofal se escondió por órdenes de los sacerdotes. Finalmente, como sugieren los evangelios apócrifos, salió de Egipto custodiada por la Madre M:. M:. María Magdalena y su séquito a bordo del barco que las condujo al sur de Francia, por los lados de Saintes-Maries-de-la-Mer, en la región salvaje de la Camargue, anexo a la Provence, no lejos de Arles, donde Vincent van Gogh, el iluminado pintor estelar, residió. En Francia la piedra filosofal permaneció cerca de dos mil años. Ahora está en Venezuela, en un punto velado de su geografía precámbrica, a la espera de que llegue el momento adecuado y se pueda revelar. La piedra filosofal es parte del Santo Grial. Cuarzo, sangre real y vermeil van parejos y todos tres deben tomarse en serio con vinto tinto de buena calidad.


He reunido bastantes muestras de mi arte donde es patente mi devoción hacia esta noble tierra donde viví más de una vez. Nunca he tomado el valle del Nilo como una isla en medio del desierto sino más bien como una confluencia de culturas, saberes, razas e historias que reunió una y otra vez disímiles y contradictorias formas y maneras de ver la vida, observar el cosmos y estar en armonía con lo divino, lo inhumano, lo mortal e inmortal, lo conocido y desconocido, lo exótico y raro. No dudo en afirmar que el conocimiento de sus sacerdotes era notable, la sensibilidad de las sacerdotisas, poderosa y sutil, pero este legado no pudo llegar hasta nuestros días sino por fragmentos y por consiguiente no tenemos a ciencia cierta el conteo y la medida exacta de sus genes y cromosomas. Pero al menos tenemos, porque se guardó celosamente en templos secretos, sus tonalidades, acentos, festivales y cuaresmas con que la memoria humana ha podido reconstruir sus significados, intensidades, cualidades y poderes vibratorios. Me refiero por supuesto a los símbolos, signos y mudras, las claves ocultas con que el lenguaje de los instructores podía y puede ser descifrado en arrebatos de iluminación, transfiguración y sublimación. Ahí radica la importancia de las ceremonias, rituales o ritos, que no es el de provocar y proporcionar automatismos y monocordias sino el de producir apertura mental, espiritual, cósmica y cognoscitiva en altísimo grado que haga del iniciado o iniciada una persona capaz de fraternizar con seres del espacio exterior y hablar el lenguaje común de las esferas y obtenga en cuestión de segundos el mensaje ambiental. De ahí a que los ritos sean tan poco entendidos por la mayoría pues su propósito es pura y esencialmente mágico y trascendental, algo que hoy se desprecia y se tilda de locura porque vivimos en un mundo rústico demasiado profano, plástico y monetarizado. No usamos los símbolos para volar y comunicarnos con Dios. En este sentido, fue la nación de Francia quien recibió la sidérea luz piramidal venida de las riberas y delta del río Nilo. En Occidente sigue siendo cierto ya que no fue por casualidad que el presidente François Mitterand le dio el visto bueno al gran arquitecto Ieoh Ming Pei para que construyera una pirámide de cristal frente al palacio del Louvre. La lingua franca de los antepasados de Meroveo y sus descendientes, que conversaban y legaron a la posteridad el concepto de salario franco con que se honra a los obreros en el Reino de las Abejas por cumplir con su Trabajo, hacerlo bien o lo mejor posible, comprometerse a que los demás se sirvan de él para su beneficio, mejora y satisfacción en común, cual cuerpo único de vida y acción con corazón, es parte de la Tradición Solar que perdura hasta nuestros días gracias a la francmasonería, una albañileria prolija y polifacética que heredó de los caballeros templarios, cátaros y rosacruces el sentido acompasado y gamado de la bóveda celeste y sus cuadrantes trebolados. La tradición inmemorial que la cabalista lingua franca, traída originalmente de Heliópolis y Alejandría, urbe esta última que Alejandro Magno concibió en un arrebato de inspiración divina, era un emporio semiótico, fértil y cruzado de diversas culturas, amén de una colonia judía salomónica-davídica importante que Jesús y Juan el Bautista conocieron y cuyo saber se cultivó y guardó celosamente en cenáculos privados, sigue vigente. Todos los grupos esotéricos que emanaron de la Rosa de Francia llevaron la ancestral cultura solilunar atlante-egipcia a todas las tierras, valles y costas de Occidente por razones que sólo el Gran Arquitecto y la Gran Arquitecta conocen al dedillo. Por el lado de Oriente, la encargada de diseminar la vieja cultura lemur fue la milenaria India desde los Himalayas. El encuentro de Oriente con Ocidente será en América, que se creía formaba parte de India. No estaban equivocados los expedicionarios españoles, franceses, ingleses y portugueses que vinieron y se juntaron a sangre y fuego con los indios occidentales porque acá está la nueva columna vertebral, aunque sísmica y volcánica, del planeta, que sobrevivirá un rato largo los vaivenes de la geofísica y geodesia que seguro la desmembrarán por partes. Su nueva «faz» la conocerán las nuevas generaciones porque el Tíbet llegará a Guayana. Esto lo recibí en la Mesa de Esnujaque en 1973/1974.


Mis ilustraciones contienen frases, signos, sortilegios y ayudas de todo tipo para que los faraones y las faraonas lleven a buen término sus planes y obras maestras con el fin de que las masas sean felices y vivan estupendamente bien en la medida de sus posibilidades y probabilidades hasta que el clima sea teledirigido y domesticado y el medio ambiente contenga las especies de animales, plantas, minerales, elementales y humanas determinadas por la evolución y la conservación. Yo pienso que esto del buen clima es fundamental para todo el mundo. Es necesario e indispensable que los faraones y las faraonas sean ejemplos de buena conducta, renombre, saber y aplicación, que sus conocimientos sean asimilados y materializados por el sacerdocio de luz de paltó levita que débese reimplementar urbi et orbi. Que las ideas de Osiris, Platón, Aristóteles, Jesús Pitágoras, Enoc, Deganawida, Buddha, Confucio o Zoroastro se lleven a cabo e istmo por el bien de la Humanidad; se termine el divorcio entre hombres y mujeres; finalice la represión sexual que falsos sacerdotes le clavaron a sus feligreses con el propósito de desunir familias, grupos y pueblos para ellos gobernar mejor y controlar más las mentes con ideas totalitarias, egoístas y nigromantes que muy pronto se neutralizarán porque la Nueva Era no va a tolerar semejantes exabruptos, discordias y absurdos que sirven para retrotraernos al oscurantismo. Ergo, mi arte es serio y sacromágico y debe llegar a las masas No hay mejor medio que representar, figurar, hacer drama, producir claridades e impresiones relevantes para que las ideas, los colores, las formas, los espacios y todos los utensilios de que dispone el artista creativo para que vivamos más y mejor se den a conocer. El propósito es: capacitar e instruir debidamente a las gentes para que se liberen e independicen y se franquicien. El fin del arte y de la vocación de las musas es electrizar, hechizar, arrobar, mover el alma para que reaccione y nuestras fibras, capas, cuerpos y centros reaccionen y al interactuar con los demás seamos mejores seres humanos, más buenos, felices, finos, sabios, tolerantes, comprensivos, amistosos, ya que la comprensión y el entendimiento nos acercan a nuestra propia divinidad en el corazón: como dijo Jesús Pitágoras, ¡acaso no sabéis que sóis dioses y diosas! Así hablaba el Maestro, que conoció a Moisés, al pie de la montaña azul mientras el río Jordán bañaba los pies de la feligresía. Por tomar en serio estas palabras se quemó a Giordano Bruno en Roma, en 1600, y la cristiandad perdió a otro de sus genios religiosos. Mas la Naturaleza es sabia. En 1711 nacería Roger Boscovich, quien sería jesuita. Sus hallazgos serían tan fenomenales y sorprendentes que nos asombran por su clarividencia. Él sí se adelantó a su época, igual que Lao-Tsé, Akhenâten-Moisés, José de Cupertino y Jean-Arthur Rimbaud.


De Osiris e Isis a Proclus, Hipatia y Damascius transcurrieron bastantes milenios, un trecho largo de sabiduría, erudición, misticismo, arte, ingeniería, gastronomía, deporte, civismo, que habrá que rescatar para que la Nueva Sociedad prosiga con el desafío que le va a tocar y no podrá poner de lado: superar, vencer, coronar lo realizado hasta ahora, es decir, desde que nuestros rudos antepasados antropoides, humanoides y semihomínidos brotaron en Áfrika (con “K”) cual capullos hace millones de años. Como viene una Edad de Oro de Ptah y Phi, basada enteramente en la nueva significación, trascendencia y alcance que tendrá una Era de Plusvalía, por cuanto este planeta será inseminado de nuevo por doquier por Celestes Superiores, creo que ya es muy tarde para que la Humanidad se eche para atrás y no asuma su rol eucarístico y jefature una gran revolución incluso a nivel del sistema solar. El Mesías estará a la orden del día, en el centro del menú, para aplicar los programas que solidificarán nuestra estadía en este planeta crístico, en vías de la bienaventuranza. Pero antes habrá un proceso de reacomodo, reajuste y reprogramación a todos los niveles. Ya lo estamos viendo. No es posible que sigan mandando tiranos, déspotas, demagogos, truhanes, tiburones asesinos y leviatanes homicidas que no sólo asfixian gentes sino mutilan focas, monos, ballenas, y quitan sus colmillos y garras a los reales tigres de Bengala para llenarse los bolsillos de churupos. El instinto criminal debe ser controlado, confrontado, domesticado, reciclado, para que surja un rey-faraón Krishna Tep Zepi u homo cosmicus religiosus y bese una reina -faraón Radha Tep Zepi o femina cosmica religiosa, como describí en El Orgasmo de Dios, publicado a poco de llegar a la Luna, en 1969, astronautas comandados por Neil Armstrong, y, por segunda vez, a poco de que Hugo Chávez Frías y su loco combo macabro trataran de derrocar en 1992 a CAP. Mi libro sale al público y coincide con eventos portentosos y trascendentales. Hoy, en 2010, el país parece un país lunático sin brújula, termómetro y cinta métrica. Muchísimos de sus habitantes metieron la pata en 1998 y cambiaron su cabeza por una corona de hojalata y mentiras abyectas. Mi país petrolero está casi arruinado, en ascuas. Necesitamos que un Sol nuevo nos alumbre, impulse, oriente y hable en una lingua franca. ¿Será posible que un sacerdocio de luz, con faraones y faraonas al frente, nos muestre dónde hay pirámides, bonitos jardínes, bellos cultivos de maíz, sorgo y tomates adobados por santos que levitan, bosques de pinos y eucaliptos, urbes limpias, niños y niñas jugando perinola sin que un malandro los apunte y acribille, con mandamientos que respetemos y valoremos justamente? Falta saber si las masas maduraron finalmente, si elegirán con sensatez y prudencia y procederán a verle el queso de mano o telita a la tostada sin ilusionarse por arengas y discursos intrascendentes, perversos, engañosos y absurdos por su horrible y terrible negrura, sabiendo que sólo el trabajo, la constancia, la perseverancia, la tenacidad, el ingenio, la iniciativa, la organización, administración y gerencia, la camaradería, la paz, el perdón y la consolación enaltecen, emancipan y recargan las pilas solares. Que nuestra patria sea de nuevo linda y la prosperidad regrese. Que la Tierra, desde las profundidades de Shambhala en Agartha hasta el pico del Everest en los Himalayas, se recupere, prepare y vibre para una Nueva Era de Luces, Milagros y Mutaciones. OM-SHALOM-AUM.



Cubo magenta del Faraón Ah Kin de Lahore rescatado de Agartha. Obra del Autor. Caracas. 2010.







Faraón Kadosch Mataurê Ati No. 144 del Gran Cigarral en ascenso. Obra del Autor. Caracas. 2010.















Faraón de Mucubají hace trasbordo en la exosfera y heliosfera para encontrarse con los Devas del Pico Espejo e ir fuera del sistema solar. Obra del Autor. Caracas. 2010.


Este es mi evangelio. Haced felices a los demás, dadles amor, dad gracias, pedid favores y santificad vuestras horas. Dios os escuchará, bendecirá y compensará. En el Reino de Vuestra Luz Por Venir nada oscuro, inicuo, maligno y horrible debe perturbar la paz y buena vibra de vuestros esfuerzos y sanas intenciones. ¡Sed grandes!


Escrito en Caracas, mucho, poco antes y durante la Semana Santa del 2010 ¡Felices Pascuas de Resurrección!