miércoles, 22 de junio de 2011

El Punto Primordial, el Círculo, la Espiral y la Cruz. Los primeros arquetipos archimilenarios, sagrados y maravillosos, como otros que siguieron


Una mancha. Primer signo, símbolo, seña o mensaje dejado por nuestros Padres y Madres Ancestrales. Fuente: 1.bp.blogspot.com.



Una mancha. A partir del Punto Primordial. En los albores de la Humanidad el primer signo, forma o figura medio geométrica que se le ocurrió idear y enseñar el ser humano en este planeta, como en cualquier otro, fue con toda seguridad un «punto» que pudo haber sido no más que una simple gota de orina y montón de heces o un montoncito de barro que mezcló con arenilla, piedritas y conchas marinas, una burda deposición o mancha que debió agradarle. Una señal, como las que aparecen en muchas cuevas y capillas prehistóricas, pintadas de rojo oscuro, amarillo y otros tintes vegetales. Tuvo que haber sido así por lógica, no muy lejos del mar y de la playa, porque era natural que él se situara psicológicamente de una forma ante el Universo, en el mero centro del horizonte que tenía a su alrededor, y que deseaba, convertido en un rudimentario artesano, mostrarle algo suyo al paisaje que lo había tomado en cuenta, dejaba asombrado y espabilado y a menudo aterrorizado. Ese montón de tierra, piedras, monte o descarga fisiológica, fue la primera creación suya, el primer «punto» rústico, mancha, rúbrica, señal o «garabato» que dibujó, quién sabe cómo, sobre la superficie de la Tierra. Su primer «punto» de referencia, su primera «muestra» de identidad, como si él fuera ese mismo «punto» que depositaba y fijaba sobre la tierra o arena. Su primer rastro o mensaje. Fue uno de los primeros atisbos de conciencia que se le ocurrieron. Así nació el Arte y la Exploración Espacial sin las cuales morimos porque aunque al inicio apenas pudimos expresar rudimentariamente nuestra estadía en la Tierra sigue resultando una necesidad biológica y psicológica, psicoanalítica más bien, que querramos expresar nuestras emociones, sensaciones y pensamientos y querramos alzarnos, elevarnos, crecer. Ese pequeño montículo de materia creativa (y/o fecal y urinaria) que pusimos varios millones de años atrás fue nuestro primer Benben, que más tarde los letrados y sabios sacerdotes del Nilo consideraban había sido, en síntesis, la Primera Montaña de la Civilización sobre la cual se habían posado los dioses y las diosas de su Eneágono cuando trajeron la civilización celestial al planeta Tierra, la Montaña de Salvación que salvó una porción de la Humanidad tras uno de sus grandes cataclismos y el borrador del primer cohete o vehículo espacial que nos llevaría a visitar otros mundos. Nuestro inconsciente guarda impresiones del pasado.


El hombre salvaje, primitivo y primigenio, analfabeto, inculto, primario mas no exento de imaginación, instinto, intuición y ensueño, debió verse obligado a inscribir y afirmar su existencia ante el vasto Mundo que lo rodeaba por todas partes y mientras inscribía el «punto» marcaba también su huella, su presencia, su mano, en las paredes de la caverna que lo guarecía, le daba calor y confort y le guardaba los alimentos a él, su familia y clan, o la «depositaba» por su territorio. Tiempo después, con toda seguridad, tras poner ese primer «punto» en la piel de la tierra, debió haber rodeado ese «punto» con un círculo cerrado como diciendo y afirmando: “ese punto en medio del círculo soy yo y ese círculo es todo lo que me circunda. Ambos somos uno y mando ahí.” Después debió darse cuenta que el centro de su mundo espacial, astral y fenoménico, alrededor del cual todo giraba y del que todo dependía por completo, era aparentemente el Sol y en menor grado la Luna y el resto de los luceros que podía notar sólo al anochecer así como las nubes que le traían la lluvia, el océano, el mar y los lagos, los animales y los árboles frutales que le daban de comer y lo sustentaban. Y entonces, notando una relación entre él y el Sol, sin el cual parecía que no podía vivir y subsistir, pensó que, así como él era un pequeño puntito en el espacio y en el tiempo de los que dependía para todo, un muy pequeño sol, también el Sol, pero a una escala colosal, semejaba ser el centro, el medio, el punto mayor del cielo que lo rodeaba de día y de noche y que la existencia y estadía del Sol y de la Tierra se entrelazaban y dependían una de otra, como por arte de magia. Y así fue cómo paulatina, gradualmente, el ser humano fue acuñando y entendiendo paso a paso el Universo que lo circundaba y lo mantenía a flote esencialmente hablando. Esto necesitó mucha faena de parte de nuestros lejanos y primeros Padres y Madres porque su vida era muy dura y el estudio de la Naturaleza, por ser Ella tan compleja y variada, necesita mucha atención, dedicación, inspiración e intuición si se desea penetrar en sus secretos. Paso a paso fue que nos fuimos volviendo científicos, investigadores, archivadores, filósofos y aprendices de magos y curanderos.


Espiral logarítmica. Fuente: 3bp.blogspot.com.


El punto en medio del círculo y la espiral. El centro en medio del círculo u horizonte fue un gran descubrimiento, una proeza extraordinaria que logró el primer ser humano que tuvo la osadía, la curiosidad, el ingenio y el valor de hacerse preguntas, las primeras preguntas de corte filosófico y metafísico que le llevaron a que viera que efectivamente debía haber un tipo de relación, un nudo o vínculo entre él y el resto del Universo, una cadena de hechos, causas y efectos que parecían ser normales y estaban en sincronía con el Cielo. Fue después, tras descubrir que cerca de cada mes las cosas cambiaban bastante a su derredor y que cada tres meses las cosas cambiaban mucho más todavía y debía adaptarse obligatoriamente a estos cambios de estación so pena de perder mucho, que el ser humano decidió que era necesario partir y fijar en cuatro partes, en un lugar visible que pudiera reconocer una y otra vez, ese gran círculo anual de sucesos y eventos que parecían anunciarse por doquier. De tal manera que para poder llevar un cómputo de los cuatro grandes y fundamentales cambios estacionales de la Madre Naturaleza y su propia vida debió volverse astrónomo, brujo, adivino y visionario y aprender a ser un buen cazador, un buen agricultor, una buena ama de casa. Pero esto no surgió de inmediato de la noche a la mañana. Podemos deducir que estos hallazgos no se dieron fácilmente al inicio porque era cuestión de aprender a descifrar y reflexionar de un cierto modo, con exactitud y discernimiento, las señales de la Madre Naturaleza y el Padre Sol. Había que prepararse en profundidad a nivel corporal, psíquico y moral. Así nació la Religión y por ende la Iniciación Esotérica ya que el objetivo era conocer los secretos y misterios del Kosmos con el fin de que la situación humana encajara, armonizara, con el Plan del Orden. El resultado de sus experiencias y observaciones debieron por fuerza volverse cada vez más intensas, profundas, laboriosas, exactas y cristalinas, y esto dio lugar a que surgieran los primeros jefes, guías, líderes, sacerdotes y sacerdotisas, porque ayer como hoy no existe la igualdad. Somos disímiles, nos diferenciamos totalmente unos de otros, y cada cual fue hecho o hecha para una función en particular. Por eso, las tiranías son una aberración, una vileza.











Poco a poco la descripción geométrica se fue haciendo y volviendo más correcta, precisa y universal, como tenía que ser, porque el primitivo tenía que relacionarse con el mundo tan variado que percibía con sus sentidos y emociones. Nació la cruz, después la esvástika, dextrógira y sinistrógira, de brazos curvos al inicio y de brazos rectos y perpendiculares después, salida del gran círculo original que seguía siendo la curva omnipresente que dibujaban el horizonte y la bóveda celeste que tenía continuamente por delante y a su alrededor; nació la espiral, brotaron los círculos concéntricos que veía reproducirse en la superficie del agua y en el tronco de los árboles (que tanto amaba) y desarrolló su sentido religioso cuando notó que toda vida acababa en un momento dado y luego se trasladaba, cambiaba de apariencia y tono y parecía reproducirse, reiniciarse o recucitar de otro modo y vio que él también, incluso cuando pasaba por momentos muy críticos, casi mortales, parecía transitar por la misma senda y metamórfosis a la par que la vida seguía su curso de un modo que parecía eterno. De tal manera que el Ancestro expresaba sus ideas, percepciones y visiones de modos antagónicos pero complementarios: por un lado, cuando se mostraba extrovertido, ponía soles, fuegos y rayos por todas partes; y cuando se mostraba introvertido, dibujaba espirales, círculos, ruedas, nichos e íconos y los tatuaba o pintaba sobre su piel. Para los Ancestros no había conflicto. Sabían en su fuero interior que descendían de astros y meteoros, de los Elementos y del paisaje que recorrían a pie. Sabían que estaban hechos de un poco o mucho de todo lo que es visible e invisible porque su shamán se los decía o porque el Gran Espíritu se los comunicaba. Para los Ancestros todo tenía vida, todo era ser y espíritu, todo se interpenetraba de un modo u otro, todo tenía un propósito sagrado y divino. Su pragmatismo se imbuía de una metafísica avanzadísima.


Arriba izquierda. Espiral. Arriba derecha. Triskele celta y precéltico. Abajo. Rueda de 8 radios.


Después el Ancestro, que andaba semidesnudo cuando hacía calor, con un taparrabo para proteger sus genitales o en invierno, tapado con pieles de animales, dividió aún más ese círculo original en ocho partes, en doce partes, en diez y seis partes y ultimadamente en 360 partes. La conversión y esclarecimiento tomó bastante tiempo y de estos primeros tiempos no hay rastros de ninguna especie pues fueron barridos por gigantescas catástrofes planetarias y astrales. Pero nada de todo esto impidió que una y otra vez reencarnaran nuestros distantes Ancestros, generación tras generación, como impulsados por el Padre Viento y Grano de la Vida y la Madre Mar y Estela de la Vida, salieran de sus primeros estupores y se fueran convirtiendo en aprendices, compañeros y maestros que supieran cómo dejar de padecer tanto, transformando sus penurias, siendo felices y creativos y medianamente solidarios.


Ergo, nuestro lejano antepasado salió del punto original, de la espiral de un círculo alrededor del punto o de varios cículos concéntricos, de una o varias líneas y rayas sucesivas y eventualmente de una cruz que partía en cuatro u ocho partes iguales todas las direcciones que divisaba, presentía, imaginaba, igualándola a una flor axial y crucial. Las formas geométricas se convirtieron en modelos y esquemas. Los signos, las señas, las direcciones, los estados naturales, etc, convirtieron progresivamente al humano en un artista, un geómetra, un científico, un pensador, un filósofo, un poeta, un buscador de respuestas y soluciones a una pila de interrogantes y problemas que se agolpaban a su diestra y siniestra para que inscribiera su impronta en la marcha perpetua del Mundo porque esto lo había considerado necesario, una necesidad vital, práctica, espiritual, sin la cual no podía existir. El resultado fue que en muchas cavernas, huecos, subterráneos, pasadizos y galerías secretas, tumbas y entierros, o al aire libre, entre estatuas, monolitos, menhires, túmulos, algunos ciclópeos e impactantes, templos de piedra caliza con artefactos de hierro y bronce viéramos cuánto sudaron nuestros antepasados para dejar atrás la barbarie o la falta de cultura y sobrevivir, con cuánto afán debieron señalar que su origen estaba en el Cielo, que su identidad terrestre estaba mezclada con la energía de los cometas y con cuanto bólido o asteroide había caído de arriba y se había estrellado contra el mar y la tierra y causado huecos inmensos, maremotos, tifones e incendios pavorosos que acabaron con incontables animales y áreas boscosas. Hoy, a millones de años tropicales o años luz de estos primeros, confusos y traumáticos sucesos seguimos, de un modo consciente o inconsciente, perpetuando y desarrollando lo que nuestros lejanos Ancestros descubrieron mientras dejaban atrás el pánico, la confusión, la tensión y la ignorancia ante una Naturaleza que los sobrecogía, sorprendía y enfrentaba de mil y una maneras y se defendían de la hostilidad y belicosidad que pueblos cercanos y distantes mostraban unos a otros por comida, territorio, bienes y raíces, riquezas, mujeres y luchas de poder. Nada ha cambiado en esencia.


Lamentablemente seguimos enguerrillados unos con otros, no hemos logrado vivir en paz unos con otros, todavía no hemos llegado a ser verdaderamente humanos, racionales, empíricos y religiosos, seguimos comiendo carne, incluso cruda, como si fueramos trogloditas y aves de rapiña, seguimos pensando con la cuca o el culo y no con el cerebro y los chakrâs, seguimos tratando a la Tierra como si fuera nuestra esclava, cloaca y botín. Pero eso sí, a pesar de nuestra inconsciencia y sinfín de titubeos, vacilaciones, delirios, contradicciones y desvíos zigzagueantes, seguimos teniendo que poner, como si estuviéramos obligados, nuestro granito de arena y «punto» en particular, para mejorar nuestro estándar de vida y evolucionar. ¿Por qué? Porque tenemos un Dios, una Diosa por dentro, que también está fuera y lo ha hecho todo que nos tiene a monte y nos exige. Es el Padre Nuestro y la Madre Nuestra que están en los Cielos. Y a pesar de la falta de certitud, nihilismo, desidia, indiferencia, la duda que a menudo nos asalta a unos más que a otros, a pesar de todas las guerras, desmanes y masacres, del instinto criminal aún fuerte en muchos de nosotros y nosotras, seguimos esperando que algún día podremos vivir en paz y armonía y pasar a una era mejor. Hoy, cuando estamos a punto de perderlo casi todo, pues el planeta está enfermo y vulnerable, vemos que si no damos un viraje de 180 grados vendrá otro cataclismo más que sin duda procederá a limpiar, purificar y reverdecer la vida en general. No será el fin del mundo mas será ciertamente el fin del mundo tal como lo conocemos. Eso ha sucedido en épocas pasadas y muchos pueblos, sino todos, lo tienen grabado en sus historias, mitos, sagas y épicas. No es cosa de un calendario solamente, llámese maya, tibetano, hopi, cristiano, gitano, sino de un cruce cósmico, macrocósmico y microcósmico de dimensiones, esferas, círculos y etapas a la que extraterrestres, humanos y naturales se deben atener para que surja un nuevo Montón de Percepción Elemental que, así se espera, sirva para unir más a las personas consigo mismas y con un medio ambiente que la Divinidad les dio en calidad de préstamo. En la Biblia se lee que al inicio hubo un pacto, un acuerdo moral entre nuestros Progenitores Cósmicos y la Humanidad que estipulaba que la primera regla era amar a Dios por encima de todas las cosas y amar al prójimo como a ti mismo. ¿Hemos respetado esos principios éticos? Claro que no. Amar, amar por encima de todo todas las cosas que la vida nos proporciona, respetar la vida y los derechos humanos, salvaguardar el planeta y guiarlo a buen puerto. Esto no se ha hecho. Al contrario ya se le pasó por la mente a más de un político o presidente explotar una que otra bomba atómica o de hidrógeno y surtirse de energía eléctrica con energía nuclear. Una locura, como han visto los pobres japoneses.


Toda la tecnología adquirida sigue fundamentándose en el punto, el círculo, la esfera, la cruz, el rombo o el cuadrado, el triángulo, la elipse, la estrella flamígera, el pentagrama, el hexagrama. De ahí en adelante el horizonte y las herramientas de trabajo son infinitas, posibles y necesarias, porque no hay fronteras que puedan cerrar, anular o hacer que desaparezca el río de nuestra inteligencia y creatividad. A partir de la huella inicial, del punto y el círculo todas las formas y figuras geométricas inventadas por el ser humano son simplemente emanaciones y proyecciones de su ser crucial, integral e inteligente –psión, como lo denomino- con el fin de enlazarlo con las formas divinas encargadas de activar, difundir, diseminar y fecundar con el Fluido Universal de la Fuente Divina las cosas de la vida que no cesan de reproducirse y variar. Los ejercicios espirituales, prácticos y concretos, los conocimientos, usos, manifestaciones, religiones, enseñanzas, etc, comienzan y terminan con la conscientización de las Formas o Figuras y Volúmenes y su posterior absorción de parte nuestra. Cada una de ellas posee un Valor o Calidad muy especial, un Uso muy importante, un Objetivo sublime. Los sabios y académicos se han encargado de hacérselo saber al resto de la Humanidad. Su misión es despertar y enseñar.


Es probable que cuando nuestros lejanos antepasados descubrieron la redondez del punto o el disco del Sol y notaron que cuando hacían esta forma lo que estaban haciendo era atrayendo su poderío y magnetismo al copiar sobre una superficie la misma forma esférica y llameante del Sol dedujeron que esa misma mancha, punto central o torre que hacían con los dedos de la mano los reforzaba y vinculaba mental, física y anímicamente con el Sol, el Padre Sol, en primer lugar, y después con las otras estrellas del Firmamento. Ellos creían en la interdependencia, en las afinidades y simpatías electromagnéticas. Los Ancestros creían que una fuerza muy poderosa los atraía al centro del sistema solar y por extensión al centro de su Universo y trataban de copiar y asimilar este orden y sucesión de ideas y hechos. Esta atracción magnética la dibujaron por medio de líneas, rayas, flechas y objetos puntiagudos. Así que una línea o raya o una serie de ellas en fila india unía al humano con el Astro Rey y las divinidades de los rayos, centellas, relámpagos y truenos que atravesaban los cielos durante las tormentas eléctricas. Todo esto debió ser tan importante para ellos que su relación con estas manifestaciones de poder o de belleza, como los arcoiris, tenían que representarlas, escenificarlas, dibujarlas, musicalizarlas, cantarlas, memorizarlas y sumarlas a su imagen del Mundo. Esta participación y conjunción del punto y la línea se indentó tan profundamente en la psiquis y memoria de nuestra estructura y composición biogenética que hasta hoy, en el campo de las matemáticas, la astronomía y la astrología, la cibernética, la genética, la sexualidad y el erotismo, etc, el fundamento, el lenguaje básico sigue vigente y lo será todavía en el futuro, mientras exista la inteligencia cósmica regida además por un Plan Maestro afinado y organizado según lineamientos mentalizados por las mentes superiores en los distintos Universos del 1 al 10. Son varios los Universos y sub-Universos aunque unos se encadenan y agrupan mejor por afinidad unos con otros o se repelen entre sí en un momento dado por falta de una buena interacción o comunión.


Lo cierto es que no hay cabos sueltos en el Organigrama Cósmico, un orden perfecto lo permea todo, tal como en una selva millones de seres vivos participan de un mismo ecosistema donde las especies vivas y muertas se balancean entre sí hasta que el humano interfiere, atropella y perjudica más de la cuenta. Por desgracia esta mala práctica comenzó a suceder con notable periodicidad en los Últimos Tiempos. Sería injusto decir que el Mal comenzó cuando surgió la división entre mente y cuerpo, alma y espíritu, santidad y sexualidad, Oriente y Occidente dejaron de tratarse y las raza aria se abrogó una falsa supremacía. Decir que el cristianismo es el responsable o culpable de nuestro deterioro como sociedad es injusto e inexacto. Claro que ha contribuido pero el racismo no se inventó en Europa, el materialismo y el consumismo atroz no nació en EEUU o Europa, tampoco la esclavitud nació en el Antiguo Egipto o en Roma. Mesopotamia, África, Oceanía, América Precolombina, Israel fueron escenarios de ecocidios y masacres horrorosas. Todos los pueblos han sido intolerantes, crueles y chocantes. La historia humana no huele a jazmín malabar y rosa. También es cierto que ya estamos subiendo la cuesta y hoy estamos más preparados que antes para dejar atrás la ignorancia e irracionalidad, el desamor. Debimos tener más gurúes, más iluminados y santos, más ejemplos de sensatez, cordura, elevación y superación.


El Punto o el Todo, la Unidad, el Estallido o Arranque Inicial forman parte del fenómeno más básico y arquetípico en el ser humano, una memoria cosmogónica y cosmológica que traspasa las barreras del Tiempo y del Espacio. Puede decirse que toda idea o pensamiento, noción y atisbo, emana de un punto en el tiempo continuo de nuestra percepción cognitiva y no pasa mucho para darnos cuenta que resulta inevitable que al comenzar y terminar y luego proseguir rítmicamente con inicios y reinicios interminables es inevitable que comencemos por un punto, una conjunción, nudo y compactación, y que a partir de ahí, como en una espiral, que ya sabemos es logarítmica, haya una erección, eyección, explosión, una fuerza centrífuga que sigue una pauta determinada causada por la atracción de las cosas a nuestro derredor. Proseguimos pues abriendo el compás y describiendo una serie de círculos y ondas que se alejan proporcionalmente del punto de partida de donde se originó lo que estuvimos pensando, haciendo, deseando. Por eso, no me canso de pensar que le debemos todo a estos Ancestros nuestros, a estos primeros idealistas y filósofos primitivos que se les ocurrió que ellos sí estaban conectados por medio de líneas, rayos y directas y rectilíneas emanaciones y proyecciones o círculos concéntricos, espirales y olas con el Mundo al que fueron adorando como un Gran Espíritu, Corazón del Cielo, Ser Supremo. Seguimos repitiendo de mil y un modos, formas e instancias lo que nuestros primeros y muy distantes místicos y metafísicos naturalistas captaron y plasmaron después con follaje, palos y flores, carbón, piedras, conchas, líquidos y resinas y cuanta cosa se les venía a la mente. Nada ha cambiado en esencia. Entre la piedra, burdamente tallada y afilada para cortar animales o troncos de árbol y el rayo láser o punta de avión supersónico subyace un vínculo, una relación, que procede hacia un mismo fin y propósito eucarísticos: contactar a la Materia Divina y sus Elementos que nos rodean y componen o constituyen en el fondo los mismos factores con lo que estamos hechos a imagen y semejanza del Gran Arquitecto y la Gran Arquitecta del Universo: la misma Materia Prima o ADN-ARN X3, nebulizado y cristificado, o Corpus Christi, la misma Unidad Primordial, el mismo Coeficiente de Inteligencia, adecuado para sincronizarlo con el Âtén Volador, el asombroso disco alado interespacial de la Alianza.


El Alfabeto y Legado Tecnológico más Moderno tiene sus cimientos en los mismos elementos esenciales que integran el aire que respiramos, la tierra, el fuego o el agua que conocemos. De ahí a que cuando una gran civilización del pasado comenzó a emplear y trabajar con glifos y números, sus tablas, secuencias y sucesiones correspondientes, usando los principios básicos de la cultura, y se dio cuenta que el sistema decimal tenía que ser inexorablemente la base de la Vida era porque el sistema en cuestión no era sino la consecuencia de lo que los primeros hombres y mujeres hallaron al experimentar, acertar o fallar en sus exploraciones: todo se resume en una dualidad, una contraparte, una polaridad, un toma y dame, una fusión o amalgama, un punto o coágulo femenino y una línea o raya masculina, negativa y positiva simultáneamente, que al emparejarlos, unirlos, combinarlos, producen un choque creativo, algo nuevo y crucial que da lugar al fuego y la luz, al calor y la cocción, la combustión, la transformación, e incluso la conversión, transmutación o mutación que da inicio a una nueva serie concatenada, que puede ser interminable, de descubrimientos, inventos, logros, desarrollos, avances, progresos, brincos y prodigios. Nada ha variado. Seguimos intentando sacarle provecho al fuego, la luz, los rayos, el átomo, el éter, el agua, los seres vivos, y ahora la energía oscura y materia oscura presentes en el Universo. Una exploración que no cesará nunca. En el futuro nuestro espíritu científico tendrá que ser más sofisticado e ingenioso todavía, más sutil e instantáneo, tanto más que será posible, por ejemplo, que en cuestión de segundos podamos trasladar una materia cualquiera, como la nuestra en fase evolutiva, de una zona del Kosmos a otra en un parpadeo. Sé que esto es así, lo he vivido, sé que en otros mundos más finos que el de la Tierra hoy día es posible por medio de los Elementos ser y estar sin tropiezos ni barreras, donde sea, donde Dios quiera y decida por razones sublimes por supuesto. Si como pregonan las ciencias superiores más de un ápice de todos los reinos vibra en nosotros y nosotras, y la sangre constituye el fluido-base-vehículo intergaláctico que nos liga a los Elementos, es lógico que podamos trasladarnos y operar en cualquier mundo, plano, dimensión, astro. Es cuestión de graduar el propósito e interactuar convenientemente con las ondas-partículas que sostienen un sistema de vida en particular, lo valoran y pueden poner a volar.


Relieve mostrando al semidivino héroe mesopotámico Gilgamesh entre dos minotauros sosteniendo el disco alado divino. Palacio del rey arameo Kapara. 9 a.C.




En conclusión, de la base decimal, del 01-1-10 al sistema vigesimal, muy usado por los pueblos mesoamericanos, al sistema sexagesimal, muy propio de los pueblos mesopotámicos, a un sistema híbrido, empleado por los pueblos de la India o Deccán, los atlantes y antes los lemurianos, los egipcios e hiperbóreos, los sabios no hicieron sino extrapolar y sacarle provecho a los primeros 10 dígitos de su Cuenta Larga, Corta y Media, con el fin de poner al alcance de la Humanidad algunos de los secretos del Cielo que les venía de boca de Instructores Intersiderales o a través de intuiciones relampagueantes, visiones y estados nirvánicos que les prendían sus bombillos psíquicos y les hacían acceder a dimensiones superiores y refinadas que luego concretaban y usaban para bien del colectivo. Así que en esencia la búsqueda de la excelencia ha sido una máxima desde tiempos remotos porque es necesario conocer bien el mundo o jardín donde el Ser Supremo nos sembró. Si estudiando y aprendiendo es posible saber más, ser mejor, subir de escalafón y nivel jerárquico es un buen ejercicio, una buena norma y disciplina practicarlo y llevarlo adelante porque a fin de cuentas el objetivo es hacer de la existencia un acto de creación pura e inteligente que tenga sentido para cada uno y una y para los demás que se agrupan con nosotros y nosotras (por razones que en última instancia sólo lo sabe a cabalidad la Divinidad que no es otra cosa que la suma y multiplicación de todas las criaturas que conforman el Cielo Uno hasta el infinito a la potencia más alta).


Los Diez Mandamientos no se hicieron y copiaron por azar, casualidad o capricho sobre el iPad del Tiempo Faraónico y Levita, no le llegaron a Moisés desde Arriba por una necedad cualquiera. Hay 10 Razones, 10 Sefirots, 10 Espíritus Fundamentales que rigen los Mundos pero también es cierto que estos diez números, del 0 o Cero al 10 o Diez, son en verdad 11 en total porque no se puede descartar el 0 o Cero o el Punto Cero y Concha, como lo llamo en mis escritos, ó el 01, ya que en medio de la Gran O yace todo lo que se originará, y eso hace de los 11 dígitos 2 Columnas o Pilares, como Boaz y Jachín, que sostienen el Firmamento (ver última ilustración). Lo que se conoce modernamente como el Código 11:11 de Hércules es una manera simple de comprender mejor los extraños designios y cálculos sobrecogedores, interminables e infinitesimales de los Altísimos Maestros de la Vanguardia Intergaláctica (por darle un nombre aproximado) que han dicho siempre que aunque la Creación procede de un Vacío, una Nada, un Estado Neutro, una Siesta, un Suspiro, el mismo contiene en sí mismo el Germen, la Semilla, la Sustancia-Fundamento de todo cuanto debe crearse y hacerse a nivel material, degradado y denso –para que en maternal y primaria se pueda ir entendiendo paso a paso la divina cosmogonía y la cosmología posterior: el objetivo de la escuela o el liceo debiera ser forjar instructores, pilotos, médiums, musas, agrónomos, futuras «escarchas» espirituales y físicas. Así será próximamente cuando estemos en la Era de Akuario-Leo o por entrar en ella. So fight for it!


Por último, el Cero o Punto Cero y Concha ó 01 es el dígito de Dios (el otro es el 10, uno es el Alpha y el otro, la Omega, porque ellos son lo Incomprensible o Ininteligible, lo Omniabarcante, lo Inconmensurable, lo Fantástico e Inverosímil, lo Virginal de Dios y su Diosa en las ALTURAS y resume por lo tanto todo lo que podemos ser, somos, seremos, y más todavía. Entre 01 ó 1 y entre 10 ó 1 la diferencia es apenas imperceptible, una de perspectiva y proporción a un nivel de percepción tan fino como el del cabello de un ángel. Entonces que así sea.