sábado, 12 de septiembre de 2009

Mi País a la deriva por ahora. ¡Que Durgâ y Vishwakarma y la magia del jaguar Balam la inspire y libere!

Arriba. Jaguar. Panthera onca. Foto tomada en Milwaukee County Zoological Gardens. Wisconsin. USA. 2006. Fuente:

http://commons.wikimedia.org/wiki/Panthera_onca

Abajo. Pantera negra. Panthera onca. Foto Bruce McAdam. Reykjavik. Islandia. 2008. Fuente:

http://commons.wikimedia.org/wiki/Panthera_onca














Este viernes el economista Domingo Maza Zavala presentó su libro titulado "La década crítica de la economía venezolana", en el que analiza las políticas económicas durante la década de gobierno del presidente Hugo Chávez.


"Se ha perdido la más brillante oportunidad de transformar al país y se ha condenado al venezolano a una vida incierta", sentenció Maza, quien fue director del Banco Central de Venezuela (BCV).


Fuente: http://www.publicacionesfranciscoalarcon.blogspot.com/


Hay ciertos aspectos de la vida de hoy día en mi país que me parecen gravísimos, terribles, dificilmente aceptables. Estos últimos 10 años de poder chavista le han hecho mucho daño al país; pero sería injusto decir que en los gobiernos anteriores a 1999 el país se encontraba bien o relativamente bien. No, señor, todo lo contrario. Más bien bastante regular, en franca caída y degradación, porque ya el ají picante de la superficialidad, el facilismo y la ausencia de ideales y mística había atacado a las masas, tanto así que cuando llegué de España en 1995 –gobernaba Rafael Caldera- y mientras trataba de salir del aeropuerto con mi familia y mis mascotas tuve la desagradable sensación de que Venezuela había perdido la brújula y andaba a la deriva, como si una tempestad eléctrica la hubiera agarrado por el pescuezo y la hubiera zarandeado violentamente de pies a cabeza. Nunca olvidaré esa ominosa sensación. El desorden, la descoordinación, la desorganización, el desgaste, la lentitud, la desidia, la picardía y la falta de respeto que reinaba en el aeropuerto y en las aduanas parecían larvarias. Fue patético, demoledor, devastador y muy deprimente enfrentar el viento malo que nos agredió, cacheteó y tuvimos que enfrentar, obligados por el cataclismo financiero acaecido en Venezuela a regresar de España un país que por fin se levantó y ha progresado mucho desde que entró la democracia. Al final, sorteamos con mucha paciencia, tenacidad y terquedad todos los escollos burocráticos gracias a un funcionario buena gente y pudimos coger la autopista sin que nos asaltaran en el camino. Pero, por favor, no piensen que estas malas vibraciones aparecieron en 1992 cuando Chávez y sus ángeles caídos que ya no creían en la Gracia Divina trataron de tumbar a Carlos Andrés Pérez y el “tá barato dame dos”. Nuestro cáncer es muy viejo y maligno. Inspeccionen con lupa las delirantes guerras intestinales del siglo XIX, la Guerra de Independencia y el derrumbe de la Gran Colombia, los pesados años coloniales bajo la bota de la no muy feliz monarquía española, la esclavitud de miles de africanos aplastados por el racismo hispano y la ferocidad de muchas tribus amerindias retorcidas por el dolor y la sed de venganza. Cuando sumamos la cantidad de indios, negros, blancos, zambos, mestizos, pardos, albinos, trigueños, mulatos hoscos, torturados, quemados, flechados, fusilados, apuñaleados, ahorcados, traicionados, vendidos y encarcelados en mazmorras lúgubres e infestadas de ratas llegamos a una cifra aterradora que debe llenar de vergüenza y pena. ¿Acaso somos salvajes, unos psicópatas crónicos? Por lo tanto, no miremos a tientas, ampliemos el espectro y entendamos que hemos heredado mucha sangre mala, tenemos los genes intoxicados, las vísceras apestadas, la mente atiborrada de bilis, curare y cianuro, el corazón como un carbón en una hoguera sexual que no conoce límites ni frenos. Es un milagro que hayamos llegado al siglo XXI. Y todavía pensamos que somos el mejor país de la Tierra, tenemos las playas más lindas, las mujeres más hermosas, los puentes más largos, los tipos más chéveres, los más grandes bebedores de whisky, una riqueza infinita que no para de brotar del subsuelo porque Papá Dios nos mimó al crearnos. Siempre nos estamos comiendo esta paja huevona y pendeja, necia y engreída, esta mentira idiota de que somos la última Coca-Cola de los médanos de Coro y hacemos lo que nos da la perra gana. Pero por creer que no hace falta trabajar se nos van como la sal y el agua el gas, el petróleo, la gasolina, el hierro, el maíz, los frijoles, las calles y las carreteras que nos gusta tanto ver repletas de huecos y barro, la comida que nos encanta ver cómo se encarece y se vuelve más y más invisible, los edificios que se hunden en malos olores y malos servicios, parece que los venezolanos y las venezolanas se empecinan en sumirse en un masoquismo sin fin, en una penitencia sin límites, lamiéndole las botas a malos o regulares gobiernos que los maltratan y se aprovechan impúdicamente porque lo propio, vale, es calarse cada mal a como dé lugar entre bromas, chistes malos y golpes de pecho. ¡Que horror, qué suplicio, qué irracionalidad, qué inmadurez, qué pérdida de tiempo y neuronas! ¡Un país para Bárbula, con caña blanca y polvos de burdel en aceite de babandí, que no se puede tomar en serio, porque se quiere acostumbrar a la imperfección, la mediocridad, el desparpajo más estúpido, letal e inconsecuente, cuando debiera tener siempre una luz por delante y otra atrás!


Sin un canon de calidad con miras a la excelencia, la maestría, la pericia, el ingenio, la mística en el trabajo, la consuetudinaria experiencia, la dedicación, el respeto y la benevolencia no es posible estar en paz, rodeado de armonía, progreso, bienestar y bien común, percibiendo que hay en el aire un culto por la sabiduría, la verdad, la transparencia y la refulgencia, la belleza y el amor entre los hombres y las mujeres en comunión con la Naturaleza. Un Gobierno o Estado que no ampare y apoye con todas sus fuerzas y luces la Virtud, el Saber, la Alta Tecnología, el Modernismo, es un Estado criminal y retrógrado que debe ser cambiado a como dé lugar, sin pensarlo dos veces, por amor al Arte. Igual que un foco infeccioso debe combatirse, si es necesario con sabia violencia y resolución, pues es un horror, un síntoma de degradación que pervierte y desmoraliza y proyecta destruirlo todo cual tumor maligno y canceroso. El Mal es una abominación que de no extirparse ignora a hurtadillas, casi a sabiendas, las delicias del amor, la serenidad, la tranquilidad, la paz, la solidaridad, el altruismo y la bendición. Segundo, un país, estado o sociedad que no fomente la iniciativa en sus ciudadanos está destinado al estancamiento, el atraso, la postración y finalmente la extinción. No darle a las personas cancha libre a su ingenio, actividad, adelanto, iniciación, brío; no estimular el ánimo, aliento, glamour, empuje, seguridad, moral, coraje, atrevimiento, alma, nervio, fibra, entusiasmo e impulso, todas cualidades marcianas y solares según la ciencia astrológica, está condenado al fracaso más rotundo, la violación, la violencia y la rebelión; en dos platos, la división, el desmembramiento y la crisis social. La Historia lo prueba en todos los campos de la vida. Sólo la iniciativa conlleva a la invención, el descubrimiento, el desarrollo, la perfección, la luz, la conquista y la victoria. En mi sistema idealista filosófico -el socialismo místico- no entra para nada eso de quitarle a las gentes su iniciativa, creatividad, inspiración e iluminación personal y grupal. Un Estado que quiere controlarlo todo, fiscalizarlo todo, asfixia, ahoga, provoca la parálisis cerebral y anímica en sus gobernados. Es una abominación, una monumental aberración, la cosa más odiosa y alejada del Bien Común y el Bienestar Social. que no se puede tolerar El futuro de nuestra fábrica sociomoral será la coordinación, interpenetración y comunión interactivas entre individuo y Gobierno, en unión de los Reinos Naturales y Fenoménicos (plantas, animales, minerales, elementales, elohims, etc). El rol del Estado será simplemente el de motivar, estimular, fomentar, animar, liberar la creatividad de todas las gentes y del medio ambiente general. Así se alcanzará la paz, la armonía, el progreso, la cornucopia de la abundancia, la maravillosa prosperidad y la divina plenitud. Todos los modelos totalitarios son criminales. Deben incinerarse.


El Cacao. Eros y Psique a la criolla, rodeados por una fruta paradisíaca, el cacao, theobroma cacao. Óleo de Pedro Centeno Vallenilla (1904-1988). Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Imber. Caracas. 1956.


Han pasado más de 14 años y la sensación tan desagradable de 1995 se ha magnificado a tal punto que ahora creo que no bastarán 2 generaciones para que el timón del país se enderece, se consiga el rumbo adecuado y el barco ya no errante y fantasmal del país avance en sentido positivo y prometedor en dirección de un puerto seguro donde descargue lo que trajo y cargue víveres y todo lo que necesite para seguir con su travesía. ¡Si este régimen y los anteriores querían alborotar, desordenar, confundir, engañar, acaparar, esconder, aprovecharse y de paso descomponer y poner a temblar los cimientos del país pues, enhorabuena, felicitaciones, seres del Averno, lo lograron y con creces, pero ya cargarán en un futuro con kilómetros y toneladas de mal kharma o detritus! La Venezuela que conozco no es de los individuos sabios, virtuosos y transparentes, es de los pájaros bravos, zamuros, buitres, vampiros, ramplones, envidiosos, cínicos y caraduras, bellacos y vivos al revés y al derecho pero cojeando de una pata aunque se tilden de cuatreros y pavos reales, que por un saco de cacao, un pomo de café, una bolsa de morocotas, un puñado de diamantes, un trozo de uranio o un barril de petróleo son capaces hasta de arruinar a su familia e hipotecar su país. Venezuela es hoy uno de los países más atrasados y yo añadiría con vergüenza, uno de los más miserables en la Tierra. Y lo peor es que siendo tan rico y joven, con una abundancia de riquezas y un potencial tan grande y diversificado, luce escuálido porque una nación como la nuestra debiera hacer lo que sea y empeñarse por lo menos en autosustentarse, autoalimentarse, blindarse y verse fuerte y derecha como un rey jaguar, un rey león, un cóndor desplegado, y no amanecer cada lunes enratonada por tantos palos bajados el fin de semana. Qué ironía, tanto que sobra afuera y tan poco adentro sobre la mesa del rancho. Que lástima, tan botarata y descuidada, cuando se compruebe cuánta buena semilla, cuánta cosecha, cuánta promesa, cuánto proyecto perdido, escondido o malgastado, terminó pudriéndose por inercia, abulia, flojera, soberbia, arrogancia, ira, incompetencia, descuido, olvido, ineficacia e ineficiencia. Somos hoy todo lo contrario del milagro alemán, del milagro japonés, del milagro coreano y de todas las maravillas celebradas por los tigres de Asia. Parecemos más bien una sociedad de perezas, osos hormigueros, marabuntas y caimanes que se hacen daño entre sí y descuida, ofende y desprecia a los inventores, investigadores, eruditos, letrados, profesores, místicos y creativos. Hemos generado millones de niños y jóvenes, de 40 años para abajo, que no saben qué hacer, cómo realizar sus sueños y esperanzas, cómo insertarse en la sociedad, qué les pasará el día de mañana cuando lleguen a viejos, qué será de ellos si el calentamiento global los atrapa, si los cambios geomagnéticos y geológicos aumentan y tornan más amenazadores, si el petróleo se evapora y es reemplazado por baterías de litio o hidrógeno líquido. Al ver estos jóvenes y percibir qué piensan, qué sienten, qué ocupa sus mentes, a qué se dedican en sus horas libres, qué leen, qué escuchan, qué sueñan, qué buscan, me entra un profundo desencanto, desaliento y justo temor. Ignoro cómo podrá Venezuela superar los obstáculos, sobrevivir en buenas condiciones los años venideros que serán muy retadores, pues tiene por líderes unos desalmados muertos en vida, llenos de resentimiento, rencor, odio, rabia y violencia, y pareciera que mandar en este país es sinónimo de robo, avaricia, usura, hipocresía, fanfarronería, hasta mal gusto, y preferir picadas de jejenes y avispas bien arrechas antes que oler aromas de rosas y nardos. ¡Y pare de contar bajezas, porquerías y barbaridades!


¿En resumidas cuentas, es Venezuela, como decía Bolívar, un cuartel, un campamento militar, o como se jactaba con sarcasmo y sin pudor Boves el Urogallo: un pozo séptico donde botar las gargantas que se cortaron ayer con un cuchillo afilado? ¿Un país dirigido más que nada por pandilleros destructores y vengadores, enloquecidos malditamente por el olor a sangre, ron, cocuy y carne de bachaco, furiosos hasta consigo mismos, encendidos por echárselas para pillar, saquear, patear, envalentonados cuando le inyectan el veneno de la culebra a sus peores enemigos, los electrocutan y les queman los testículos, como hacían los esbirros de Pedro Estrada? ¿Somos hoy tan distintos? No. ¿Qué gobierno no persiguió, torturó, jodió? Todos. ¿Somos una pedante e irracional nación abocada a la carrera armamentista que con tanques, bombas y fusiles piensa que vamos a alimentar barrigas e instruir corazones y mentes? ¿Acaso respetamos a nuestros padres por tirar a diestra y siniestra y hacernos huérfanos? ¿No podemos vivir en paz y armonía, dócilmente, sin tener que decir vulgaridades a cada momento, sin insultar y lanzar injurias, sin repetir maldiciones a todo momento y llamar “huevón” al mejor amigo y “marica” a la mejor amiga (¡patología que escandalizaría a Freud!), pegados estúpidamente a telenovelas tan chabacanas y tontas como desestabilizadoras y perturbadoras que amas de casa y sirvientas ven y recuerdan en sus momentos de ocio y juerga, sin hablar atropelladamente, triturando las palabras como si la lengua y los dientes fueran barredoras y ejércitos de peces pirañas, tratando de hacer el menor esfuerzo posible para sacarle el jugo al máximo a lo que sea, al partido que nos fichó, al gobierno que nos prestó la plata, al carnicero que nos vendió la chuleta, al conductor que iba menos rápido que nosotros y al que hay que mentarle la madre y tocarle la corneta furiosamente como bichos y bichas descerebradas, ad nauseam? En verdad, que este país va a la deriva y se está pareciendo cada vez más a uno de los pisos del Inferno de la Divina Comedia del ilustre escritor e iniciado Dante Alighieri. ¿Qué hacer? ¿Irse del país porque no hay salida? ¿Callarse? ¿Aislarse del mundanal ruido y olvidarse del horror circundante? ¿Dedicarse a labrar la tierra, criar ovejas, caprinos o camarones? ¿Esperar por la Operación Perseo? ¿Inscribirse en el PSUV y ser un borrego, un autómata, un esclavo más de nuestros Tonton Macoutes? ¿Sumarse a la locura galopante, vivir intensamente y enriquecerse sin importarle los demás, sabiendo que algún día se va a morir y quién sabe dónde terminaremos? Morituri te salutant, le lanzaban los gladiadores al César antes de pelear a muerte. Sin embargo, no hay recetas, menús y respuestas que satisfagan las aspiraciones de todos y todas de un sólo tirón. Cada quien es un mundo y cada quien deberá encontrar su respuesta, si la encuentra, por supuesto. Tenemos ahora un desgobierno que sueña con destruir toda la raza de venezolanos y venezolanas, su bandera es rojinegra y la campea una calavera adorada en misas negras, donde se invierte todo, se confunde y engaña todo, se odia todo, se aplasta todo, se negrea todo sin piedad alguna para que la crisis y el caos perduren. Pura demencia. Los ilusos y necios que creen en pajaritos preñados y piensan que estos demonios se van con marchas, consignas, cancioncitas, carteles y pitos están más perdidos que el hijo de Lindbergh. ¡Los tiranos y déspotas, los orcos, hay que echarlos fuera! Hacen falta miles, millones de Jorges y Migueles, Marías y Ateneas, Caballeros Templarios y Amazonas, para que esta desdicha roja se barra. Habrá que exorcisarla, pulverizarla y sustituirla por un nuevo país adscrito al Sexto Sol-Ahau de Oro. ¡Que este loto alado rosado, lila, beige, y este celeste Sello de Salomón Virtual de Cristal rodeado de flores de vida y rayo violeta os guíen, iluminen y protejan en los días y en las noches que vienen cuando Andrómeda –es decir, Venezuela, la Tierra, la Nueva Humanidad- amanecerá sin cadenas! Ya lo verán.


Izquierda, Divino Loto Alado. Artista y fuente desconocidas. Derecha. Sello de Salomón. Artista y fuentes desconocidas.







Este trabajo se lo dedico a mi tío Alfredo Boulton Pietri (1908-1995), un hombre fuera de serie, un gran venezolano, visionario, intelectualísimo y sensibilísimo, también pionero, artista, escritor y fotógrafo, quien amó profundamente a nuestro país, lo sirvió con fe, amor y pasión, también con mucho talento, sinceridad y probidad, y como pasa tantas veces, es ignorado por los bolcheviques de hoy a quienes también, como a tantos otros, les llegará la hora de irse en contra de su voluntad. En una vida pasada tío Alfredo fue Andrés Bello. Esto está en los Archivos Akáshicos. En consecuencia, procede de una estirpe de pensadores e iluminados. Paz a sus restos y justicia con su legado. Te quiero mucho tío y sé que en unión de papá estarás bien cuando reencarnes. Volvimos a encontrarnos en mayo 2009 en la iglesia de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre en El Cafetal, y como siempre estabas tan elegante pero más jovencito. Papá estaba a tu lado, no de flux como tú, de amarillo. También se veía fresquito como una lechuga. Es el cielo. Así son las cosas, como diría Oscar Yanes.


Alas libres venezolanas, pasado y presente. Foto y procedencia desconocidas.



Caracas, mediados del 9 del 2009




Kakaw. Palabra de origen maya. Dio lugar al nombre hispano cacao. Introduction to Maya Hieroglyphs: Workshop Handbook. Harri Kettunen, Christophe Helmke. 2008. www.mesoweb.com