jueves, 31 de octubre de 2013

La felicidad no se decreta ni se institucionaliza


La felicidad es un asunto sagrado que se debe atesorar con determinación y celo.

Semblante del nuevo Eón. Obra del Autor. Caracas. 2013.


Los cielos superiores son cuatro como son cuatro las direcciones primarias; pero el tercer superior conlleva un secreto. El séptimo cielo es el de la meditación, la contemplación y la sabiduría mística. Quien se llega hasta él y practica la meditación trascendental insurge en el octavo cielo donde reinan las estrellas fijas que no son tan fijas tampoco. Éstas gobiernan a la mayoría de las almas que aún se mueven entre las dualidades, los polos o contrarios complementarios de todo tipo. Un escalón más allá queda el noveno cielo que es el del Pléroma, la Unidad Primigenia o Absoluto Indiferenciado, la Ley del Eterno Retorno. Hay todavía un cielo más, el décimo. A éste no hay manera de identificarlo con nombre y medida o signo, no se le puede conocer ni vislumbrar adecuadamente, es esquivo, raro y portentoso a la vez, su morada es el arcoiris. El espíritu que lo visita no regresa y no se le recuerda más, a menos que por fuerza mayor la Divinidad lo solicite para que interceda ante los mortales, inframortales e inmortales, pues nadie conoce Su voluntad, ni siquiera los arcángeles superiores.

Mientras más abajo nos quedemos en la escala jerárquica más densa y pesada será la atmósfera, más fácil será engañarse y confundirse, más equívoca y errática será la percepción. Vanidad de vanidades será el lamento, el quejido de quienes se encopetan y llenan con ilusiones sus existencias poco claras.  

"El espíritu no se atrapa porque sino s'escapa". Eso escribí una pila de años atrás. Sigo pensando igual. La semana pasada el Gobierno de Maduro creó el Viceministerio para la Suprema Felicidad Social del Pueblo. Nada más descabellado, absurdo y ridículo, amén de falso, y más en un país que viéndolo con objetividad y acumen es hoy todo menos que feliz, radiante, pujante, audaz y confiado.

La felicidad social de un pueblo o país se mide por el estado y nivel de su vida en general y hoy Venezuela está muy pero muy lejos de que su población viva bien y menos todavía, bonita y excelentemente. El bienestar social, el bien común, la felicidad no se pueden decretar así no más, hacen falta un conjunto de medidas sociales, muy concretas, visibles, funcionales, prácticas, sólidas, moral y filosóficamente factibles, altruistas e inteligentes para que las personas viviendo en un país se sientan a gusto y bien, aunque siempre habrán quienes no alcanzan la felicidad porque ni remotamente es posible estandarizar o normar una búsqueda, una conquista tan individual, personal, íntima. Para comenzar nadie es igual a nadie y los caminos para obtener la felicidad son tantos como son incontables los granos de arena en una playa. No se masifica la dicha ni la desdicha como si todos los individuos estuviésemos conformados y ensamblados de la misma manera y bastara que nos echemos un palo en un bar para pasarla bien y pan comido. Las combinaciones éticas, morales, mentales, espirituales en los seres humanos son mucho más individuales de lo que se imaginan nuestros burócratas simplones, poco observadores y analíticos, que quieren estandarizar a como dé lugar a los seres humanos y piensan que se puede trazar un camino común, un medio igual para millones de personas a la vez o de una sola vez. No. No es posible crear una meta igual porque cada uno o una es un viajero o una viajera distinta, diferente, que en esencia y a nivel de la personalidad no se parece a ninguna otra y si no fuera así seríamos todos clones, autómatas, androides sin un corazón y un cerebro sin alma, un espíritu santo que además está conectado con el Gran Espíritu, Wakan-Tanka, según los indios sioux de Norteamérica.

Ahora bien, si los gobiernos aspiran a que la mayor cantidad posible de un pueblo sea feliz, muy feliz, suprema y maravillosamente feliz, debe comenzar por crear condiciones de vida de alta calidad y de paso viables, prácticas y fundamentales, que sirvan de estímulo, empuje, apoyo y atractivo para que las personan se sientan inclinadas a seguir su propio camino para realizarse y no se agredan entre sí. Los gobiernos debieran dedicarse entonces a crear, producir, apoyar, organizar, recomendar todo cuanto  anime y beneficie a la colectividad. Es crucial que se originen satisfactorias condiciones externas que motiven a que cada quien, individualmente, pueda culminar sus propósitos, objetivos, dones, talentos, que como ya indiqué no es posible que se masifiquen así no más porque cada cabeza es un mundo y cada mundo es una metra más del juego infinito del Ser Supremo que parece no tener fecha ni calendario. Este punto de partida hay que respetarlo. Si esto hiciere un gobierno sensato, serio, protector, obtendrá buenos resultados y dividendos y su gestión será agradecida y popular. Lamentablemente la mayoría de los gobiernos no entienden esto y por eso los golpes de estado, magnicidios, atentados, revoluciones y derrocamientos son recurrentes, no hay forma de producir estabilidad y sosiego a largo plazo. Estas interrupciones son el caldo de cultivo en la sociedad y todas producen una sucesión de zigzags y desaciertos que minan una franca evolución y/o recuperación.

Ahora, para motivar, incentivar, sensibilizar la creatividad de quien sea (y hay que comprender que cada persona es intrínsicamente un ser creativo y original potencialmente hablando, si se le motiva) es necesario e impostergable erradicar lo más posible la miseria, la pobreza, la suciedad, la desarmonía, las "galletas" y "cortocircuitos" físicos, materiales, cuanto vuelve inoperante, fastidioso, excesivamente lento el tráfico y la movilidad de las personas en una urbe o en el campo, donde sea. No es posible que una sociedad sea avanzada, si sus medios de comunicación, a cualquier nivel, son deficientes, malos, anacrónicos o desfasados. Estoy listando apenas un ejemplo de mala vida que la sociedad moderna no ha conseguido solucionar y resolver todavía y en especial en los países subdesarrollados del Tercer Mundo. Falta listar un ejemplo ético: el de la compasión o piedad. Sin éste no hay progreso ni civismo.

Lo malo de nuestra vida entra por los ojos y los oídos, por el gusto, el olfato y el tacto, por lo que choca nuestros sentidos. Las calles y las avenidas de nuestras urbes y pueblos medianos o pequeños se han vuelto cada vez más insalubres, revoltosos, cacofónicos, caóticos e inhumanos, ellos son el termómetro de nuestras relaciones sociales a nivel colectivo, con nuestras familias y nosotros mismos, y, si ellas nos miden y sus mediciones nos encuentran bastante mal, como de hecho es así, debido a la grandísima cantidad de crímenes que nos amenazan, turban y escandalizan, significa que estamos muy enfermos y necesitamos con urgencia que nos atiendan, curen, diviertan sanamente. A nivel espiritual y mental padecemos de deficiencias y desórdenes mentales, psíquicos o espirituales que deberíamos remediar con mucha prontitud porque además pareciera que estamos dejando de percibir y sacarle fruto a lo que la ciencia y la tecnología nos están presentando y nos pueden deparar en un futuro cercano. Parece que eso no se está haciendo y en este sentido los gobernantes tienen una gran parte de la responsabilidad pero no toda. La otra parte es responsabilidad nuestra. Así que el Segundo Mandamiento de la Ley Mosaica donde se indica y recomienda que cada quien debe velar por su prójimo no se está llevando a efecto y si se efectuara desaparecerían todas las guerras, toda pelea inútil o rencilla vana y obtusa.

La felicidad no se adquiere con una receta o un récipe hecho en minutos y con el que se cree va a resolver en un santiamén nuestra tristeza o insatisfacción interna. La felicidad es cosa de cada segundo, minuto y hora de nuestra vida, consiste de innumerables pasos que damos cada día, y cada uno de estos pasos es también el esfuerzo, el resultado de un pensamiento, una idea que se encadena con otra, una sucesión de esfuerzos que debieran concatenarse e integrarse, de ideas que deben ser sanas, buenas, creibles, positivas, y nos ayuden a ser más felices y productivos, aun no saliendo del cuarto de cuatro paredes que ocupamos en un momento dado, sea nuestro cuarto en el hogar, un hospital o clínica, un aula u oficina. Es precisamente cuando estamos a solas que se libra la madre de las batallas porque bien se sabe (o debe saberse) que el amigo o enemigo más grande está dentro de cada quien. Si estamos en paz con nosotros mismos, habremos ganado juiciosamente una pelea crucial. Por allí se comienza.

La felicidad viene de afuera hacia adentro, también va de adentro hacia afuera; depende del contexto fuera de cada quien como del contexto dentro de cada quien y como nada es enteramente fijo, inmóvil, sino más bien una energía en perpetuo movimiento, cada persona debe tener el poder de enrumbar esta energía y distribuirla sagazmente. Todo pensamiento vibra, no es materia ni letra muerta, vive, emite radiaciones. El cerebro es una caja de resonancia magnética, un sistema solar eléctrico, telepatía subliminal. Y yo añadiría: ¿tenemos gobiernos que nos ayudan a controlar y motorizar nuestros pensamientos, emociones, sentimientos, sensaciones, aspiraciones, sueños? ¿Nos presentan horizontes, panoramas, exteriores, que nos incitan a vivir en paz, sanamente, o más bien nos martirizan a cada instante y nos ofrecen, por ejemplo, autobuses destartalados, calles y autopistas en mal estado, servicios farmacéuticos y médicos deficientes, paisajes malolientes, playas sucias, aguas pútridas, supermercados mal abastecidos, alimentos chatarra, etc? ¿Noticias y novedades positivas, estimulantes? ¿Cumple el Estado con la obligación de crear un estado de cosas buenas, abundantes y óptimas a la vista o todo lo contrario, nos saca de quicio y amenaza con tributos e impuestos, nos pone de mal humor y no nos deleita y acomoda? ¿Cómo se puede hacer para que un pueblo sea feliz, productivo, sano, si no se dan las condiciones materiales, sociales, económicas, financieras, filosóficas, culturales, para que lo sea, sin exclusiones ni parcialidades políticas que nos agobien y hieran en lo más profundo? ¿Acaso los gobernantes son ejemplos de honradez y brillo? En Venezuela no lo constato. Todo lo contrario.

Por eso querer institucionalizar o decretar el estado de felicidad supremo o superior me parece una incongruencia. No se puede aplicar. Lo que sí podemos esperar, lo cual redundará en réditos sorpresivos es que cualquier gobierno que no se pula y busque la excelencia (abajo la corrupción, fuera el robo sistemático, las mordidas, los peajes y guisos), no establezca la paz y la armonía por encima de todas las cosas (no se militarice e incite a la violencia, al choque de clases e ideas) está destinado al fracaso, la frustración, la decepción, la desunión, la desdicha, la melancolía, la depresión, y habrá que sacarlo del poder. Por más dinero que le entre a un gobierno por su gestión económica o financiera o porque Dios le sembró increíbles recursos naturales, si no le enseña al pueblo buenas costumbres, buenos modales y no se le proporciona buenos útiles escolares y vitales para que sobreviva el gobierno será malazo y el pueblo no evolucionará como debe ser. Posiblemente el problema resida en que los gobernantes y los representantes del pueblo no son los más idóneos y capaces, no se hayan capacitado e instruido para ser buenos líderes y guías, no hayan ido a la escuela suficientemente, no sepan a ciencia cierta qué carajo es servir a la colectividad, dónde y cómo proporcionarle medios de capacitación y mejoramiento, cómo enseñar a organizarse y sacarle provecho a cualquier situación por más difícil que sea. Para que esto último suceda hace falta que un gobierno de altura, notable, muy inteligente, sepa por experiencia que es posible sacarle provecho a cualquier situación que se interponga en nuestro camino. Este debe ser un gobierno de maestros y maestras, líderes en el sentido estricto del término que sepan mandar y obedecer al mismo tiempo con inteligencia y tacto. No hay otra salida. Si esto fuera así, será posible que un país con estas condiciones no sea tan desdichado y desgraciado porque sacará fuerzas de donde sea y sabrá por intuición que la fuerza de Dios lo acompaña siempre. Sólo hay que descubirla y aliarse con ella. Lo que significa que los milagros y prodigios y las buenas sorpresas existen, son de verdad, basta que nos abramos por dentro y no tranquemos las ventanas del espíritu. Eso decían John Keats y William Blake, dos grandes poetas ingleses. Como soltar los canarios del espíritu.

Y este precisamente será el mejor termómetro para que pueda cundir la felicidad de un modo tan espontáneo y natural que no será necesario decretarlo e institucionarlo porque un pueblo que actuará así lo demostrará de mil y una maneras, a granel y al detal. La gente conocerá la riqueza y la opulencia, las gente viajará con cierta regularidad y complacencia y vivirá en buenas casas o apartamentos y no en ranchos o casuchas, la educación será de óptima calidad y gratis, pues se entenderá, finalmente, que el conocimiento, la sabiduría y pericia son necesidades y cualidades que un pueblo necesita tener a como dé lugar y sin discusiones. Habrán menos divorcios, menos huérfanos y huérfanas, menos tragedias que nos destrozan el corazón, menos crimen, delincuencia, vileza y profanación, menos gente enferma, más alegría, más entradas económicas y más salidas económicas porque se disparará la producción en todos los aspectos y rincones; en fin, las gentes entenderán que si se unen y ayudan mutuamente, combinando, confluyendo sus predisposiciones, todo el mundo sale beneficiado y potenciado. En consecuencia, no habría lugar para que desbaraten nuestras vidas las tiranías, los despotismos, los abusos cometidos cuando hay riqueza y prosperidad solamente para unos cuantos favorecidos por los desmanes de la iniquidad, la ruindad moral y material. Hace mucho tiempo que un orden fallido de gobernar, ejecutar, legislar e impartir justicia se apersonó de naciones y pueblos y en pocas instancias se consolidó un sistema de gobernarnos inteligente y amorosamente, con generosidad y visión a largo alcance. En la niñez no recibimos buenos ejemplos, no siempre nuestros padres fueron bien educados, no se les enseñó a ser mejores sujetos, más responsables y juiciosos, más sensatos y tiernos. Le cantamos loas a los individuos más crueles, sádicos y terribles de la Historia, todavía nos enloquecen los circos romanos, las vendettas sicilianas y napolitanas, las peleas vikingas, las cruzadas temerarias y sectarias, gozamos con cualquier guerra, matanza y horror sin sentido, nos chiflan las escenas macabras y sanguinarias en Halloween, Hollywood se regodea cuando una película gana millones de dólares al mostrar un guión sadomasoquista, una historia insulsa, salpicada con torturas, asesinatos, traiciones y vilezas, y no debiera sorprendernos si en la calle actuamos cual locos y locas libres presos de histeria.

Por lo tanto, pienso que no nos queda otra alternativa, otra opción, otra salida inteligente que cambiar radicalmente este estado de cosas que nos ha regido históricamente durante milenios y milenios de nunca acabar. Si no le ponemos coto a esta condición tan enfermiza y peligrosa, si no nos dehacemos de esta manera de pensar, actuar y reaccionar, votaremos una y otra vez por los aprendices de políticos más malos y amenazadores y ellos volverán a confundirnos y entorpecer nuestro ascenso en la escala jerárquica. ¿Acasamos somos un planeta de masoquistas y villanos? Sépanlo de una vez: no se puede institucionalizar ni la dicha ni el amor ni la belleza ni la buenaventura ni el sosiego ni el deleite ni la risa. Para comenzar los valores del espíritu son del Espíritu de Dios, ellos no llegan hasta nosotros y nosotras y cohabitan en nuestro pellejo con nosotros y nosotras, si no trabajamos sobre nuestra condición tan sensible y voluble a la vez, tan influenciable y permeable como mágica y sorprendente. El trabajo interno es necesario y la mejor manera de ayudar a que este Yo nuestro pueda vencer y salir de los huecos en los que puede caer y lastimarse es hacer de la educación, la instrucción, la iniciación un pensum, unas materias de estudio y experimentación asequibles a todo el mundo desde la infancia. Cada quien nació con una misión particular, nadie es inservible, inoperante o lisiado en un cien por ciento, y sépanlo también, todo tiene solución, nada es imposible. ¿Por qué? Porque quien creó este Universo es un Mago de luz, una Maga de luz, que no revela de una vez sus secretos. Hay que ganárselos, ir tras ellos. Cada quien está en su derecho de ser feliz, muy feliz, increíblemente feliz, pero si se lo propone, persevera, sabe que debe ser el artífice de su felicidad. Para comenzar, hay que devolver al Creador Supremo su regalo de vida. Si el Estado es suficientemente imaginativo, intuitivo e inspirador para proporcionar adecuadamente las herramientas, las condiciones externas para que nos volvamos excelentes en al menos una vía, un medio, se hará honor al Derecho Divino, la sociedad cambiará muchísimo y seremos infinitamente dichosos y complacidos. Es cuestión de ángulos y ópticas, tocar un instrumento u otro, ponerse a tararear una canción y soltar una carcajada. La vida es bellísima. Dios nos ama y acompaña; mas hay que alojar a Dios en nuestro ser íntimo. Para eso hay que sobreponerse, transmutar y depositar nuestro granito de arena sobre la gran playa de la vida, no cejar, desmayarse, tirar la toalla para siempre, levantarse como hacía Muhammad Ali o Cassius Clay, y seguir hasta triunfar y coronarse. No son meras palabras. Cada quien tiene su pelea que dar. La mayoría de las personas no han captado todavía que al luchar con nuestros demonios internos estamos ayudando a Dios a que se cumplan nuestras metas particulares y de paso difundiendo nuestros mejores rayos para purificar la atmósfera, biósfera e ionósfera del mundo que Dios nos brindó. Es una tarea muy noble y justa además la que nos depara la Divinidad porque de este modo nos convertimos en copartícipes de la Creación. Ello nos redime y, si vencemos, nos exime de seguir desvariando y cometer unos cuantos desmanes más que retrasan nuestra evolución y nos liberamos de la laberíntica rueda samsárica. ¡Adelante, pues, seamos sanadores y constructores cósmicos! ¡Nos espera el Eón Lechero!

Busca al Eón que significa varias cosas a la vez
en varias lenguas de nuestro retablo de maravillas planetario
pues lo que hay que retener
es que la superior inteligencia universal
también está de nuestra parte
en nuestro ser interior
que no auscultamos con suficiente interés y poder
porque si así hiciéramos
sabríamos cómo corresponder con su infinito amor
hacia cada criatura de Dios
ya que ¿quién nos hizo en un momento de transfiguración?
¿fue solamente el Eón de la Inspiración
comulgando con la Voluntad de nuestro Arkalión
o fue al revés: nunca dejamos de existir y ser
al mismo tiempo pues quien da la órden y la ejecuta
sabiendo que cada pregunta es una respuesta anticipada
ya lo ha resuelto y ejecutado?
Por eso te lo repito: no busques afuera lo que está en tu corazón
desde la Eternidad que jamás dejó de retornar una y otra vez
y que es para que puedas brillar y reflejar en tu interior
todo cuanto es Dios y eres Tú a la vez.
Sírvete tú mismo y da gracias por tanta comida
que servirás con el amor de tu diapasón.

Sé optimista que Dios es lo mejor
y varias cosas a la vez
del retablo de maravillas superplanetario.

Caracas, 29-30 de octubre de 2013        

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